Luisa
PUEYO
JACA.-
David Hammerstein, portavoz internacional de la Federación
Los Verdes, afirma que las obras de los embalses y
trasvases que contempla el Plan Hidrológico Nacional no
afectan sólo a unos pocos, sino que “todos somos
afectados, incluidos los urbanitas” porque se quiere
vender un modelo de bien común que no es real.
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David
Hammerstein, que en las recientes jornadas “Europa,
por una nueva cultura del agua” organizadas en Jaca
por la Asociación Río Aragón apostó porque “todo
este debate sirva para cambiar el curso de la
humanidad”, asegura que se quiere vender un modelo de
bien común “que tiene que ver más con Terra Mítica
en la Comunidad Valenciana, o con la sobreexplotación
de acuíferos, que se dice que se quieren recargar, pero
cuya agua ya se está desviando a zonas como Las
Marinas, donde va a haber un aumento considerable en la
construcción de viviendas, la mayoría para turismo
procedente de otros países de Europa”.
“La
causa de los problemas es la falta de límites, gestión
y suficiencia. La eficiencia técnica no es la panacea y
hay que plantear la suficiencia y poner esos límites a
la utilización del agua. Esto incluye también el
aspecto ambiental, como sucede en el caso del río
Segura, en Murcia. Es el más contaminado de Europa y
además las huertas periféricas de la ciudad están
siendo asfaltadas”, señala, y hace referencia a los
abusos en el consumo. “Habría que hacer algo parecido
al comercio justo y que las gentes de Madrid, Barcelona
o Valencia supieran de dónde viene el agua y lo que
cuesta como producto. Con el actual modelo de vida los
urbanitas desconocen de donde viene lo que se consume y
por eso son insensibles a los procesos productivos. Es
importante defender también ciudades con otro ritmo
porque actualmente se está acabando con lo que da
sentido a la gente y se están creando “no lugares”.
En Valencia
se habla de la máquina “azaplanadora”
o de la energía solar que promueve el PP, que no es
otra que la energía que ponen en crear y promover “solares”,
explica con humor.
Por
eso valora la labor de la Marcha Azul, “que ha hecho más
por la educación ambiental que todos los programas
hechos durante 20 años, ya que además de la nueva
cultura del agua reclama la localización, el poner raíces
a los procesos, que sean visibles, que se sepa de dónde
viene la comida. En la globalización mucha gente dice
que es posible otro mundo y con luchas como ésta ya se
está consiguiendo. Todos somos Delta del Ebro y montaña
pirenaica, y hemos de defender modelos diferentes a los
que hay en Murcia o Almería, que sólo producen con la
sobreexplotación de los inmigrantes. Darles más agua sólo
crearía más expectación, nuevas roturaciones y no
beneficiaría la calidad de vida ni el trabajo de los
agricultores”.
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