Antonio Casas respalda con datos científicos la preocupación de la
Asociación Río Aragón sobre la peligrosidad de la ladera izquierda
del embalse de Yesa, constatada con el deslizamiento de 3’5
millones de metros cúbicos de terreno, ocurrido en agosto del año
pasado y que salió a la luz en febrero último, y con las grietas
que han quedado en la zona. Casas, junto a la también profesora
Maite Rico, es autor de un informe que en 1999 ya alertaba sobre
este peligro, y de otro anterior, de 1993, que avanzaba
valoraciones en el mismo sentido.
“El problema es más grave de lo que dicen. Es como tener una fiera
enjaulada que nadie sabe cuándo puede atacar”, puesto que se trata
de una ladera que no ha sido estudiada desde el punto de vista
geotécnico en profundidad. Se trata de una zona “de gran
inestabilidad por la disposición de los estratos de flysch, que
alternan areniscas y arcillas, pero ahora hay que añadir un gran
volumen de coluviales, depósitos recientes”, y todo ello sin
olvidar “el deslizamiento parcial de la Refalla cuando empezaron
las obras”.
“Lo grave –asegura- es que esta parte de la ladera se ha
movilizado con unas pocas obras, así que no sé qué pasaría con un
recrecimiento del embalse, es decir, que se saturara todavía más
la ladera”, o si hubiera movimientos sísmicos –la Canal de Berdún
es una zona crítica- o “una sismicidad inducida, como la que se
está dando en Itoiz”.
El deslizamiento de la ladera de Yesa implicaría la caída del
terreno en el embalse, que “aumentaría de nivel y en zonas donde
no hay profundidad tendría el efecto de un tsunami, que en alta
mar no hunde los barcos, pero al acercarse a las playas, las
destruye”. En este caso el peligro es para la población navarra de
Sangüesa, a la que “podría llegar una ola de 10 metros de altura”.
También supondría un riesgo para la estabilidad de la presa, tanto
por la movilidad de la ladera sobre la que se asienta, como por
que queden obstruidos los desagües de fondo. Casas afirma que “el
conjunto ya se ha movilizado, y esto no es tan fácil de parar”
porque al abrir pistas en la ladera se han cortado estratos que
estaban fijos. Además, estos movimientos “empiezan despacio porque
cuesta romper la unión de las partículas del suelo, pero una vez
en marcha, pueden ser muy rápidos”.
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