La idea de Aragón es la de una
tierra árida y sedienta que debe ser redimida por el agua.
El problema es que para hacer realidad ese sueño se
construyen embalses que inundan pueblos y destrozan valles.
Cuando hace unas semanas el consejero Boné, sorprendido por
la decisión sobre Biscarrués de la ministra Narbona saltó
con aquello de que defendía a los regantes, no sólo estaba
confesándose públicamente. En realidad, eran los propios
cimientos ideológicos de nuestra comunidad los que estaban
hablando por su boca. En efecto, la idea de Aragón que ha
ido tomando cuerpo desde finales del siglo XIX es, como ha
observado Gaspar Mairal, la de una tierra árida y sedienta
que debe ser redimida por el agua. El problema es que para
hacer realidad ese sueño se ha decidido construir embalses
que inundan pueblos, destrozan valles y, en general,
arruinan la montaña. Cuando no se han levantado esos
pantanos, los proyectos para hacerlos, las noticias
filtradas a la prensa, la presión de las instituciones,
etc., también han afectado negativamente. Si hacemos memoria
es fácil comprobar que los montañeses llevan más de un siglo
padeciendo las consecuencias de esta idea de Aragón.
En 1888 se otorgó una concesión de los ríos Ésera y Cinca a
la Sociedad Canal de Aragón y Cataluña. Después, en 1917, se
hizo lo mismo con el río Ara y, ya en los años 20, un pueblo
de la ribera del Ésera, Barasona, fue inundado por el
pantano Joaquín Costa. Sin embargo, la fiebre de la
construcción de pantanos no había hecho más que empezar. El
8 de abril de 1959 Franco inauguró un embalse, el de Yesa,
(que inundó 2.400 hectáreas, además de los pueblos de
Tiermas, Ruesta y Escó), y en 1951 se aprobó un plan para
los aprovechamientos del Ara y Cinca del que resultó el
proyecto, varias veces renovado y hoy anulado, de un embalse
en Jánovas. La violenta expropiación forzosa de tierras y
propiedades se produjo en los años 60 y 70. Casi al mismo
tiempo, en el Cinca, muy cerca y aguas debajo de la
desembocadura del Ara, Mediano y las tierras de varios
pueblos fueron inundadas por otro pantano. También en los
70, pero en la ribera del Ésera, la subcomarca de Campo se
sobresaltó con el proyecto de un pantano de 600 hm cúbicos
que inundaría Campo, Morillo de Liena, Navarri y Las
Colladas. Este proyecto, fuertemente contestado desde el
principio, fue sustituido en 1986 por otro, el de Comunet,
ubicado más al sur e igualmente rechazado. Fruto de esta
segunda contestación en 1992 se aprobó la construcción de un
tercero, esta vez en el término municipal de Santaliestra,
con una capacidad de 70 hm cúbicos. Como es sabido este
peligroso pantano ha sido anulado y sustituido por otro.
APROXIMADAMENTE en las mismas fechas se estudió regular el
río Aragón y el Irati de Navarra, el primero en Berdún y el
segundo en Lumbier. Sin embargo, la contestación social
paralizó ambos proyectos. Como alternativa, en el caso del
de Irati, la Administración decidió construir el hoy
tristemente famoso pantano de Itoiz. En cuanto al río
Aragón, se barajó inicialmente la posibilidad de construir
un embalse en Embún, otra vez contestado, ahora por los
habitantes del valle de Echo. Así que ha sido la opción de
recrecer Yesa la que, al final, se ha consolidado.
Por lo que respecta al río Gállego, que ya tiene en su curso
los embalses de Formigal, Lanuza, Búbal, La Peña y Ardisa,
es en 1978 cuando los regantes solicitan un estudio de
regulación que fue atendido en 1981 con la propuesta de
construcción de un pantano de 192 hm cúbicos que inundaría
tierras de Biscarrués Santa Eulalia y Murillo de Gállego.
Hoy ese pantano está anulado. Sin embargo, el consejero Boné
ha confesado que defenderá la construcción de un embalse de
menor tamaño en el mismo emplazamiento y que podría
recrecerse con posterioridad.
Yesa, Biscarrués, Santaliestra y Jánovas eran los proyectos
estrella del Pacto del Agua que firmaron todos los partidos
políticos con representación parlamentaria en 1992. En ese
acuerdo se estimó que harían falta 2.100 hm cúbicos más al
año para regar 350.000 nuevas hectáreas. También se
consideró necesario disponer de 850 hm cúbicos como reservas
estratégicas para consumo urbano e industrial. Ello iba a
suponer la suma de 30 embalses más a los 67 que ya había.
Así se regularían 6.500 hm cúbicos al año, prácticamente la
total aportación media de los ríos nacidos en Aragón. En el
Estatuto recientemente aprobado en las Cortes se insiste en
que Aragón disponga de unas reservas estratégicas de 6.550
hm cúbicos. Quiere esto decir que, seguramente, el futuro
diseñado para Aragón va a continuar exigiendo el sacrificio
de la montaña.
GRAN PARTE de las naciones (con o sin Estado propio) se han
imaginado a sí mismas a través de sus montes. Ahí están para
demostrarlo, el gran valor que Larrún tiene para los vascos
y el Canigou para los catalanes. En el caso de Aragón
también hay una fuerte identificación con los Pirineos. De
hecho, la denominación de la comunidad tiene su origen en un
río pirenaico y el propio Reino de Aragón nace a los pies de
la cordillera. Sin embargo, con el correr del tiempo da la
impresión de que Aragón ha preferido dejar de lado sus
montañas.
Las instituciones autonómicas representan un aragonesismo
que a muchos montañeses les resulta antipático. Aunque hasta
ahora se han limitado a criticar las políticas hidráulicas,
quizás, con el tiempo, la crítica se dirija contra la idea
de Aragón que gestionan nuestras instituciones. Si eso
sucede, para dar salida a esas protestas habrá que
reinventar Aragón.
Sin embargo, no parece que la mayoría de los partidos vayan
a estar por la labor. Por eso los montañeses harían mejor en
reinventarse a sí mismos. Al margen de Aragón si hace falta.
En realidad esto ya se está haciendo. En los Pirineos, por
ejemplo, el fortalecimiento de los vínculos entre los
distintos valles y la recuperación de la memoria esta
generando, más allá de las particiones políticas, una
interesante conciencia de identidad pirenaica. El recorrido
que pueda tener esta idea está aún por explorar.
|