Opinión
El País, 11-I-2004

ENTREVISTA: PEDRO ARROJO - PROFESOR DE ANÁLISIS ECONÓMICO

"Hay grandes negocios en la trastienda del Plan Hidrológico" 

Pedro Arrojo Agudo es uno de los abanderados de la nueva cultura del agua y un crítico del Plan Hidrológico Nacional por razones no sólo ambientales, sino también económicas. Ha sido el primer español en recibir el Premio Goldman de Medioambiente en la categoría Europa, por su defensa de la Tierra
    


"La Concha de San Sebastián es más valiosa como playa que como cantera de arena, y un río es más valioso como río que como agua" 
                                 
"El 60% de la inversión total del Plan Hidrológico Nacional es a fondo perdido, y a pesar de eso el coste del metro cúbico de agua es mayor que ahora" 
                                 
"El Plan Hidrológico Nacional se financia con trucos contables, con ingeniería financiera fraudulenta para el erario público" 
                                 
"El problema del ladrillo en Madrid es un juego de niños; el gran iceberg está en la costa mediterránea, en el gran tinglado del hormigón y el ladrillo" 
                
"Lo único que puede explicar la sinrazón sistemática es que sistemáticamente haya intereses ocultos. La única forma de explicar esta corrupción es la sinrazón" 
                                 

       
          
  
ANTONIO CALVO ROY
     
Profesor y activista 
                
      Pedro Arrojo (Madrid, 1951) es profesor de análisis económico en la Facultad de Economía de la Universidad de Zaragoza y presidente de la Fundación para una Nueva Cultura del Agua.

      Pregunta. ¿Qué es la nueva cultura del agua?

      Respuesta. Muy resumido, se puede decir que es aplicar al agua menos hormigón y más inteligencia y ver los ríos como algo más que como corrientes de H2O. Es la nueva cultura del desarrollo sostenible en materia de agua, pero eso exige explicar qué es desarrollo sostenible, así que suelo dar un ejemplo. Igual que ahora miramos un bosque y sabemos que es mucho más que un almacén de madera, la nueva cultura del agua invita a mirar los ríos y a entender que son mucho más que canales de H2O. Es entender que un ecosistema, además de agua que puede usarse para producir, es paisaje, identidad territorial, identidad de los colectivos y comunidades sociales, valores lúdicos y culturales, valores de vida... Y que a través de esos ríos se articula vida en el continente y en los mares. Los ríos no se pierden en el mar, fertilizan las plataformas litorales, y muchos peces del mar dependen de los ríos. Y si hay playas es por la erosión de los ríos, así que las industrias turísticas dependen también de los ríos. La cultura del agua es entender esta complejidad de ecosistemas.

      P. ¿Cómo lo articulan en un movimiento social?

      R. Un compañero, Javier Martínez Gil, catedrático de Hidrogeología, es quien me involucró con los colectivos que se oponen a la construcción de grandes embalses. Como buen hidrogeólogo, considera que la clave son las aguas subterráneas, y es él quien dice que hace falta menos hormigón y más inteligencia. Creó el término nueva cultura del agua, algo que empieza a surgir hacia 1993-1994, cuando nace una coordinadora de afectados por grandes embalses y trasvases, justamente cuando Borrell lanza su anteproyecto de plan hidrológico. Entonces, multitud de pueblos, con alcaldes de todos los partidos, se enteran por la prensa de que pueden ser inundados, y son escépticos de que sus partidos defiendan sus intereses, por lo que llaman a los colectivos ecologistas en su auxilio.

      P. ¿La sociedad entiende esa nueva cultura?

      R. En la sociedad es algo nuevo y aún no comprendido del todo. Los funcionarios públicos expertos que gestionan los ríos están llegando ahora a estos conocimientos, pero en la comunidad científica ya se entiende desde hace tiempo.

      P. ¿Y la economía, que suele mirar el corto plazo, lo entiende?

      R. Hay que recuperar el concepto aristotélico de economía, con la distinción que él hacía entre economía y crematística. La economía es el arte de bien administrar los bienes de la casa, y la crematística, sólo una parte de esos bienes, los de mercado. Si sustituimos casa por planeta tenemos una buena definición de la modernísima economía ecológica.

      P. ¿Ayudaría a entender lo que valen los intangibles de la naturaleza el ponerles precio?

      R. ¿Cuánto vale la catedral de Burgos? Si le pones precio y mañana llega uno a comprarla, ¿qué haces? ¿Por cuánto vendes a tu madre? Transformar los intangibles en moneda es más un ejercicio pedagógico de cara a una sociedad en la que nos han vendido que todo lo que vale se intercambia por dinero, que es una grave deformación cultural.

      P. Pero socialmente puede haber una idea de que madre y catedral no tienen precio, pero ¿no sería útil saber el precio de un río?

      R. Hay que hacerlo, pero, insisto, más por un aspecto pedagógico que no de intercambio de valor. Trabajar con vectores es más difícil; por ejemplo, con valores de biodiversidad, que no es una medida económica, o con valores culturales, éticos, de las generaciones futuras... Lo importante es saber que la economía tiene que incorporar en sus decisiones valores no monetarios.

      P. Y recordar, como decía Machado, que sólo el necio confunde valor y precio.

      R. Y a Unamuno, que dice que un río es el alma de un paisaje. ¿Cuánto vale el alma? Pues no tiene precio, no se vende, es como el Museo del Prado, que no entra en el mundo del intercambio. Pero con frecuencia son valores que llevan a tomar decisiones con valores de mercado, por eso hablo de las decisiones multicriterio. En esto hay dos corrientes. Una es la economía ambientalista, que toma las decisiones en función del coste-beneficio, internalizando las externalidades ambientales y sociales; es decir, pongamos valor y precio a todo y miremos cuánto valen las cosas en euros. Y hay otra forma, la economía ecológica, en donde los mecanismos de decisión son multicriterio. No te empeñas en dar la salud de tu hígado en euros, ni la dignidad, ni la ética, ni el valor de un paisaje, aunque haya aspectos que puedas llevar al mundo crematístico. Por ejemplo, estoy dirigiendo una tesis doctoral sobre el embalse de Biscarrués, y hacemos un análisis de lo que vale ese río en términos monetarios, y sale al final que ese barranco del río Gallego tiene un valor patrimonial de 6.000 millones de las antiguas pesetas. Pero si alguien viniera a comprarlo, no lo vendería, porque mañana valdrá 20.000 millones, porque una sociedad más informada valorará más esos bienes. ¿Cuándo vale la playa de San Sebastián?

      P. Pero, sin embargo, vivimos en un mundo que pone precio a todo.

      R. Sí, hechas estas salvedades, creo que para discutir los valores ecológicos es importante darse cuenta de hasta qué punto son importantes esos valores naturales en nuestra economía, en la economía que estamos viviendo ahora. Por ejemplo, en Biscarrués se ve un valle impresionante que será inundado por un embalse si no lo sabemos evitar, y que se hará para tener más maíz y más electricidad. Es como asomarse a la Concha de San Sebastián y ver ahí una hermosa cantera de arena para la construcción. Es no entender nada de economía, es no entender que ese lugar es hoy más valioso como playa que como arena, igual que ese río es más valioso como río que como agua. Además, un río es una depuradora natural, y las depuradoras artificiales cuestan miles de millones de euros.

      P. ¿Se consideran las obras hidráulicas como fines y no como medios?

      R. Ése es el problema. Cuando empecé a interesarme por los asuntos del agua pasé un día por la Confederación Hidrográfica del Ebro y pregunté por el gabinete económico. Me dijeron que allí lo que tenían era un contable. Es decir, hay dinero y hay que gastarlo en obra hidráulica, sin más. Cuando contabilizamos hoy los costes del gran hormigón, costes directos de la obra, expropiaciones, etcétera, más costes indirectos, como los ecológicos, de medio y largo plazo, sólo la obra nos lleva a un precio del agua por encima de las 30 pesetas metro cúbico amortizando con ese coste a 50 años. Y el agua ahora se paga a dos pesetas, así que lo demás lo pagamos entre todos. Y si consideramos lo que produce hoy la obra hidráulica como beneficio esperable, de electricidad, de agricultura y de otros usos, nos encontramos con unos balances muy negativos. Por ejemplo, la presa de Itoiz supone a 50 años una expectativa de pérdida de 150.000 millones de antiguas pesetas.

      P. Pero el Plan Hidrológico Nacional (PHN) se hace también para crear nuevos regadíos.

      R. Construir hoy una hectárea de regadío en el valle del Ebro o del Duero, con los grandes embalses y canales, viene a costar entre tres y cuatro millones de pesetas, y esa misma hectárea puesta en el mercado te la compran por la mitad. Es como fabricar coches que nos cuestan cuatro millones y que vendemos a dos. Ahí es donde digo que hay que ser razonables, y que una cosa es impulsar el desarrollo rural y otra el regadío.

      P. Entonces, ¿por qué se hace el Plan Hidrológico Nacional?

      R. Recoge las inercias que han mitificado el regadío productivista, pero hay que preguntarse: ¿es bueno producir? Pues depende a qué precio y a qué coste. Hemos cerrado minas que producían, acerías, astilleros..., porque en los mercados esa producción no era competitiva. Hoy es rentable modernizar regadíos, pero no es rentable hacer, como propone el PHN, 1.200.000 nuevas hectáreas de regadío, algo que ya nadie se cree. El dinero se invierte, y eso da prestigio político y negocio para las empresas de construcción y las eléctricas que ponen la turbina, pero ya no es verdad que se vayan a hacer grandes regadíos.

      P. ¿Por qué no se ha reformado?

      R. Ése es el problema, cómo no se ha reformado el PHN a la luz del Plan de Regadíos. Eso es lo que en su día defendió Loyola de Palacio, y por defenderlo demasiado acabó saliendo del Gobierno, a un puesto prestigioso, pero lejos. ¿Qué explicación tiene hacer una presa para algo que no va a ser vigente? Pues el negocio del hormigón y el de la turbina que se pone debajo de la presa. Ésa es una parte, la otra parte del PHN son los grandes trasvases al litoral mediterráneo, la parte más dinámica, en la que el Gobierno ha puesto más interés. De los 120 embalses, sólo los grandes embalses pirenaicos servirán para regular, y ésos son los que el Gobierno impulsa con mayor rapidez. Biscarrués, Itoiz, Yesa... El Gobierno dice que regulará desde el gran embalse de Mequinenza, más abajo, pero para eso tiene que expropiárselo a su propietario, que es Endesa, y eso no tendría sentido si ha hecho los grandes embalses del Pirineo. Es una mezcla de hacer favores a las eléctricas y a las constructoras, y al mismo tiempo la base de regulación del trasvase al Mediterráneo, que es la espina dorsal del plan.

      P. ¿Para hacer allí regadíos que sí son rentables?

      R. El plan prevé que un 53% de las aguas es para regadíos y un 47% para usos urbanos y turísticos. Sin embargo, lo primero que hizo el Gobierno en esta legislatura, con el apoyo de CiU, fue cambiar la Ley de Aguas de 1985 para legalizar e impulsar los libres mercados de aguas públicas, aunque todavía no ha hecho la normativa. Y lo que hace ahora el PHN es olvidarse de los mercados por un tiempo para buscar la financiación pública de las obras. Se pretende poner en el litoral mediterráneo más de mil millones de metros cúbicos de aguas subvencionadas por el erario público cada año. Los privilegiados que reciban agua del trasvase podrán decidir si la usan para hacer naranjas o si la venden a los urbanistas que están alrededor de Terra Mítica, que pagarán más de lo que renta la naranja. Por eso algunos sindicatos agrarios dicen que les han engañado, que quien va a decidir el objetivo final del agua del trasvase serán los mercados privados de aguas públicas, uno de los grandes negocios especulativos sin precedentes en España. Tenemos, entonces, tres grandes negocios escondidos en la trastienda del plan: el del hormigón, el de la hidroeléctrica y el de la especulación con las aguas públicas, cuyo destino final, sin duda, será el urbanismo.

      P. ¿El urbanismo pagará lo que cueste esa agua, aunque aún no se sabe cuánto será?

      R. Ésa es otra de las grandes cosas que el Gobierno no dice. Primero hizo unos cálculos generalistas, mal hechos por errores de datos y por introducir trampas contables en lo que yo llamo un ejercicio de prevaricación técnica en el cálculo económico de los trasvases. Se hacen trampas económicas sabiendo que son trampas. El único dato que ha dado el Gobierno, allá por el año 2000, es que las aguas costarán de media 0,31 euros el metro cúbico; pero si se hacen los cálculos bien hechos, la cifra se coloca en más del doble. Pero eso no es lo significativo. Lo importante es que no se puede pagar lo mismo por agua en Castellón que en Almería. Cuando el precio se reparte de acuerdo a los costes proporcionales que supone cada tramo del trasvase, se ve que el agua llegará a Almería a 1,5 euros, y a Murcia, a un euro.

      P. ¿Cuánto cuesta ahora el metro cúbico ahí?

      R. El agricultor murciano y almeriense paga hoy en los libres mercados de aguas subterráneas entre 20 y 30 céntimos de euro. Todo lo que pase de 35 céntimos no será admitido porque ya hay recursos a ese precio. Y ahí es donde hay que preguntarse por la parte financiera; es decir, ¿quién paga esto? El Gobierno sigue sin decirlo y está preparando un gran fraude público con el dinero del erario público. En el único documento publicado de carácter financiero aparecen las tarifas, y ahí el Gobierno reconoce, sin decir por qué, que los cálculos que había hecho de lo que cuesta llevar el agua -porque el agua no va, hay que llevarla, hay que subirla y bajarla, bombearla-, reconoce, digo, que se había equivocado y que esa energía costará el doble. Un error del ciento por ciento.

      P. ¿Cómo se reparte la financiación?

      R. El balance de costes globales, los tres mil y pico millones de euros que cuesta, vienen de tres fuentes. Primero, supone que el 30% lo pondrá la UE a fondo perdido, lo que es más que dudoso. Otro 30% proviene directamente del erario público, pero con trampas contables, teóricamente dineros que se recuperarán sin intereses. Y el 40% restante será financiación privada con créditos avalados por el Estado.

      P. ¿Cuáles son las trampas contables?

      R. Del 30% de erario público se dice que el Estado no recuperará ni un euro hasta dentro de 50 años, pero en ese tiempo no se descontará la inflación, lo que en términos reales es un regalo. Pero además la tarifa que se cobra por el agua no se emplea en devolver esos dineros, sino que se usa para pagar el 40% que viene de financiación privada, en préstamos a un 4%, integrada la inflación, que estima en un 2%. Eso supone que espera conseguir el 40% de la inversión con una tasa de beneficio del 2% para el prestatario, y eso no es posible en los mercados de capital salvo que el Estado lo avale, que es lo que se hará, porque habrá quiebra. Se supone que el capital privado estará amortizado en 25 años, vía tarifas, y después de esos 25 años los beneficios producidos por tarifas se acumularán en un fondo de capitalización, que producirá beneficios con los que al final de los 50 años se pagará el 30% sin intereses que invirtió el erario público. Con lo cual el dinero que tenía que estar entrando en las arcas del Estado sirve para producir beneficios con los cuales pagar al final. Para mí son trucos contables, ingeniería financiera fraudulenta para el erario público. El resultado es que el 30% de capital público se convierte en la práctica en una entrega de dinero a fondo perdido, lo que quiere decir que el 60% de la inversión total del PHN es a fondo perdido. Y aun a pesar de eso, como el coste energético es tan elevado, el coste medio del metro cúbico según los datos del Gobierno es de 32 céntimos de euro, más que lo previsto en el año 2000.

      P. ¿Es una cifra fiable?

      R. No. Ahí hay que corregir errores tan sencillos como que no puedes cobrar por lo que no entregas. El propio plan dice que uno de cada cinco años la sequía impedirá llevar agua, y esa merma de ingresos no está recogida, se olvida. Además, las demandas para regadíos, el 53%, son reales, pero las urbanas, no; son demandas para dentro de 25 años, así que tampoco puedes cobrar a Barcelona un agua que no te han pedido, y eso también se olvida. Y se olvida también que necesariamente habrá pérdidas en el transporte, de al menos el 10%, y no se contabilizan. Estos fallos obvios, no discutibles, llevan a considerar que el precio se pone más alto que el precio del agua ahora. En Murcia, el agua tendrá un coste de 40 céntimas de euro, teniendo en cuenta que el 60% de la obra lo paga el erario público, cuando ahora están pagando no más de 30 céntimos, lo que va a significar que digan: yo no quiero esa agua. Entonces vendrá la quiebra.

      P. ¿Entonces, no es más barato hacer plantas desaladoras?

      R. Sí. El agua de desaladora se coloca en la mitad de lo que costaría el agua del trasvase en Murcia, y en pago real, similar a lo que van a pagar, si fuera necesario. El problema del agua desalada, porque si no se piensa que el Gobierno es tonto por no hacerlo, es que las subvenciones hoy están pensadas para infraestructuras, no para mantenimiento, lo que favorece al hormigón y no a la desalación; pero la ley europea empieza ya a hablar de recuperación íntegra de costes, así que eso cambiará.

       

Profesor y activista
            
PEDRO ARROJO se crió en Granada, donde sus padres eran catedráticos de instituto. "Mi madre fue la primera mujer con tres licenciaturas, matemáticas, química y física, y mi padre, de origen humilde, el único hermano que estudió". Se fue a Zaragoza, para estudiar físicas, y "ya me quedé aquí". Entró en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales para dar matemáticas y las asignaturas cuantitativas "y acabé especializándome en economía de los recursos naturales y ahora soy profesor de análisis económico". Entre 1990 y 1992 fue vicerrector de esta universidad.

A la cultura del agua, Arrojo llegó desde "los movimientos ecologistas y pacifistas, la no violencia, contra la entrada en la OTAN. Con otra gente fundamos Ecofontaneros, un movimiento que tuvo mucha repercusión en Aragón y que era una especie de Greenpeace, que hizo muchas acciones espectaculares, no violentas, en Zaragoza, Madrid, París...". A mediados de los años ochenta organizaron una bajada del Ebro en un barco desmontable "en la que participaron unas 30.000 personas".

Además de Zaragoza y Granada, visita con frecuencia Alcañiz, en el Bajo Aragón, la tierra de su mujer. Allí recoge aceitunas con las que se hace "el mejor aceite del mundo", y visita las cuencas de algunos ríos, como el Matarraña, "una auténtica maravilla todavía en muy buen estado. De hecho, es el río mejor conservado de toda la cuenca del Mediterráneo".

El jurado del Premio Goldman de Medio Ambiente se lo concedió el año pasado por "haber sabido conjugar su brillante currículo científico y profesional con su compromiso social, desde la no violencia, en favor del medio ambiente y del desarrollo sostenible".
 

Asociación Río Aragón-COAGRET