Opinión
Heraldo de Aragón, 9-II-2003
Riada y dolor

José Luis Benito

Tristes horas las que está viviendo en estos momentos la ribera del Ebro, con tierras y pueblos anegados y personas abandonando temporalmente sus casas. Todo el dolor de corazón, la pesadumbre y la incertidumbre que provoca esta situación en sus habitantes es la misma que siguen padeciendo los habitantes de las zonas donde se han construido y se quieren seguir construyendo pantanos.

Aquellos que exigen a sus conciudadanos que se vayan de sus casas, que abandonen sus tierras, sus vecinos, sus amigos y familiares, su cultura y hasta sus muertos para construir un pantano, y que ahora padecen esta calamidad, deberían reflexionar en estos momentos de dolor lo que ello supone. Quizás ahora comprendan por qué muchos nos oponemos a que se sigan inundando más pueblos y valles.

La única diferencia es que los que se van ahora de sus pueblos en pocos días podrán recobrar la normalidad, mientras que las heridas provocadas por el destierro forzado por un pantano no se podrán curar nunca. Que piensen, antes de pedir más embalses, si utilizan el agua con la mesura debida, cómo podrían ahorrarla, cuáles serían los cultivos adecuados, cómo mejorar los sistemas de riego para ser menos derrochadores, cómo acumular el agua junto a sus tierras y cómo podrían contaminarla menos. En definitiva, deberían reflexionar en lo que pueden hacer para resolver sus problemas sin tener que fastidiar al prójimo.

Sus exigencias de solidaridad con respecto al agua tienen la misma legitimidad que las realizadas desde el levante con respecto al trasvase.

Si en algunos polígonos de riego se hubieran construido ya balsas y pequeños pantanos laterales podrían acumular el agua que luego reclamarán en vez de estar pidiendo más grandes pantanos.

 

Asociación Río Aragón-COAGRET