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El Pirineo Aragonés, 25-VIII-2000

Pedro Lafuente y el agua

El que tiene a su disposición una pluma o un micrófono tiene una gran responsabilidad y debe decir las cosas con mesura, detenimiento y conocimiento de causa. No es así como parece que actúa el sr. Lafuente, que en materia hidráulica es un inmovilista y más parece un gárrulo que un comentarista.

Por que una cosa es hablar de costumbres y tradiciones de nuestros abuelos, y otra seguir arrastrando ideas decimonónicas a las puertas del siglo XXI. En materia hidráulica, el sr. Lafuente se ha quedado anclado en el pensamiento de Costa y no ha evolucionado conforme a los tiempos, en un momento en el que las condiciones sociales y políticas nada tienen que ver con visiones de la realidad aragonesa que más parecen de alpargata y cachirulo.

La eurodiputada del PP y vicepresidenta de la Comisión Europea Loyola de Palacio ha dicho recientemente de los regadíos aragoneses lo que ya todos sabíamos, que son insostenibles, pues se mantienen gracias a las subvenciones y a las multas que pagamos entre todos, y que "en España poner más regadíos para plantar remolacha, maíz o arroz no tiene ningún sentido". Otros, como el sr. Lafuente, siguen pensando que hay que seguir matando pueblos y valles para que unos pocos se enriquezcan a costa de la desaparición de sus conciudadanos, para que sigan cobrando buenas subvenciones y sigan sacando una “pasta gansa” con la hidroelectricidad, a costa de sus vecinos montañeses. Habla que con los regadíos se fija población en los pueblos del llano, como si en la montaña no tuviéramos derecho a vivir y a desarrollarnos como el resto de los aragoneses; cuando además no es cierto, pues los que tienen la suerte de pillar regadío en abundancia acaban yéndose a vivir a la capital.

Y sigue hablando de solidaridad, como si ya no hubiéramos sido bastante solidarios con los de abajo (por otra parte es el mismo argumento que utilizan en levante para pedir los trasvases). Y si no, pregúnteselo a los antiguos habitantes de Tiermas, Esco, Ruesta, el valle de la Garcipollera, Búbal, Polituara, Saqués, Lanuza, Jánovas, Lavelilla, Lacort, el valle de la Solana de Burgasé, Mediano, Clamosa, Lapenilla, Murillo de Tou ... O a los que están amenazados de muerte como Sigüés, Artieda, Mianos o Erés. Dice que se pague al tres por uno las tierras que se nos resten, pero quisiera saber a cuánto cotizan los recuerdos, los amigos y los vecinos, a cómo va el kilo de cultura, patrimonio y tradiciones que se pierde, la hectárea de paisaje que no podremos volver a disfrutar, los familiares y amigos que quedaron atrás y cuyas tumbas no podremos visitar.

Después, para colmo de despropósitos propone vender esa agua a Levante, un patrimonio que no es nuestro y que no tenemos derecho a vender. Por no hablar de su ignonracia supina cuando dice que el agua que llega al mar se pierde. ¿Desde cuándo los ríos no tienen derecho a llevar agua, a tener vida, y a llegar al mar donde generan nueva vida? ¿Dónde ha quedado el ciclo del agua que se enseñaba en la escuela?

Yo sugeriría que se creara un nuevo deporte de aventura que diera trabajo a las gentes de los pueblos inundados: el pastoreo submarino. Consistiría en que antiguos habitantes de pueblos inundados, provistos de escafandras de buceo, enseñen, a rebaños de capitalinos ávidos del morbo, sus pueblos bajo las aguas.

¡Qué grandes posibilidades de desarrollo tiene nuestro Pirineo inundado, sí señor!

 

Asociación Río Aragón-COAGRET