Opinión
El Periódico de Aragón, 19-IV-2002
El artículo del día
ÁNGEL Garcés
EL SANTO Y LOS TORTAZOS

A fecha de hoy, las cuatro obras emblemáticas del Pacto del Agua son prácticamente inviables: el proyecto que se pretende ejecutar en Yesa es totalmente distinto al que se sometió a información pública

El agua ha dejado de ser, en Aragón, el elemento histórico que nos cohesionaba social y territorialmente y es ya una cuestión que genera división en la sociedad y que enfrenta a pueblos y comarcas. Y ello nos debería hacer recapacitar sobre nuestra realidad actual. Un siglo después de que apareciera la obra de Costa, la sociedad ya no depende del sector primario, la sequía no trae la hambruna y los problemas del campo aragonés no son ya de producción sino de rentas. Es decir, hemos pasado del arado romano a la PAC.

El sacralizado Pacto del Agua fue un invento de Antonio Aragón, por aquel entonces presidente de la CHE, astutamente vendido a las Cortes aragonesas como compensación a las servidumbres que generaba el primer gran proyecto de trasvase del Ebro del período democrático, el impulsado por Borrell, que contemplaba la nada despreciable cifra de 1.850 hectómetros cúbicos de cesión de caudales al arco mediterráneo. La pérdida de la mayoría absoluta socialista propició la retirada de aquel borrador de Plan Hidrológico Nacional y, en consecuencia, la inejecución de los proyectos contemplados en el Pacto del Agua.

El PP vuelve a impulsar las obras del Pacto del Agua al hilo de un nuevo proyecto de PHN y de una nueva mayoría absoluta. Otra vez, las obras de Pacto del Agua intentan frenar el atávico sentimiento de agravio que rebrota ante cualquier intento de ejecución del trasvase del Ebro. El agua en Aragón es un patrimonio sentimental de muchos pero es, a su vez, un patrimonio común gestionado por y para unos pocos.

Sin embargo, a fecha de hoy, se puede afirmar que las cuatro obras emblemáticas del Pacto del Agua son prácticamente inviables. Lo son ya, de manera irrefutable, Jánovas y Santaliestra y lo serán en el futuro Yesa y Biscarrués. Tomemos como ejemplo el recrecimiento de Yesa. El proyecto que se pretende ejecutar es totalmente distinto al que se sometió a información pública. Es además, hoy, un proyecto sin objetivos. Han desaparecido del proyecto las dos centrales hidroeléctricas inicialmente previstas. Las autoridades españolas han desvinculado, en informes existentes en sede judicial, el recrecimiento de Yesa del abastecimiento de agua de calidad a Zaragoza.

De las más de 48.000 hectáreas que se iban a transformar en regadío hemos pasado a apenas 6.000. El famoso plan de restitución territorial se ha quedado reducido al tradicional proyecto de variante de la carretera nacional. La declaración de impacto ambiental se formula sin el estudio previo, que estaba sometido a contratación en el momento que se produjo dicha declaración. La afección sobre el patrimonio cultural (por ejemplo, sobre el camino de Santiago) carece de los informes o estudios que la avalen. El expediente carece de informes claves exigidos por la legislación y necesarios según la propia Administración. La misma causa de nulidad de Santaliestra se da en Yesa, pero multiplicada por dos, dado que, a la ausencia o insuficiencia de los informes geológicos, hay que unir la de los sísmicos.

Yesa es hoy inviable jurídicamente. Las obras hidráulicas han dejado de ser simples obras de ingeniería para convertirse en proyectos que hay que motivar y justificar desde diferentes perspectivas, y necesariamente desde la social, la económica y la ambiental. Una obra hidráulica sin objetivos, sin determinación de los beneficiarios, sin fijación de los costes que asumen los mismos, es hoy un absurdo jurídico. Lo sabe la Administración y lo saben los adjudicatarios de las obras.

Hay dos conceptos indisociablemente unidos en la mentalidad de la gente como consecuencia de nuestra tradicional política hidráulica: agua y obras. A veces, han prevalecido los intereses vinculados a la obra sobre los inherentes a la finalidad hidráulica de la misma. Pero, en la actualidad, hasta las constructoras han asumido ya que su futuro está en las tuberías, en el saneamiento y en las depuradoras.

Resulta curioso comprobar, aunque son personajes muy distintos, cómo convergen las trayectorias profesionales y vitales del muñidor del Pacto del Agua, Antonio Aragón, y de quien ha pretendido su ejecución, Benigno Blanco. Y el actual secretario de Estado de Infraestructuras debería preguntarse por qué la Fiscalía General del Estado lo ha abandonado a su propia suerte.

Los tribunales han anulado Santaliestra y anularán, más pronto que tarde, el proyecto y la adjudicación de Yesa. Y ese día no sólo respirarán tranquilos los afectados o los ecologistas, también lo harán altos cargos de la Administración y, aunque parezca paradójico, de ciertas constructoras.

Se ha dicho que el problema del agua en España sólo tiene tres soluciones posibles: la religiosa, mediante las rogativas, la racial, mediante los tortazos, y la racional, mediante los precios. Aquí algunos se han acostumbrado a sacar al santo en procesión, mientras reparten tortazos con la peana. El próximo día, el 23 de abril.

*Profesor de Universidad

Asociación Río Aragón-COAGRET