Plan Hidrológico
Nacional: un pretexto más para el enriquecimiento
“sostenible” de la santa mafia española
Eduard
Masjuan
A
primera vista podría parecer exagerado calificar el PHN
como el mayor proyecto especulativo del último siglo y
más aún que pueda tener relación con los planes
desarrollistas del tardofranquismo elaborados por la
tecnocracia del Opus Dei. De ser así, en la práctica
pocas cosas han cambiado en los últimos veinticinco años
en este país, tan pocas, que estamos dónde estábamos
con y sin democracia.
Véase
sino, el caso de Cataluña: el abastecimiento de agua
para su área metropolitana de cuatro millones de
habitantes ha sido desde el franquismo hasta la
Generalitat actual, la gran excusa para el trasvase del
río Ebro. Cantidad, calidad, precios de
infraestructuras para la conducción del agua sustraída
han sido el objetivo expansionista de la Sociedad
General de Aguas de Barcelona desde que su
presidente el ex policía y miembro del Opus Dei,
Mariano Calviño, estaba en el cargo.
Además,
la Sociedad de Aguas de Barcelona estaba vinculada ya
desde principios de los años setenta con la Sociedad
de Aguas Potables y Mejoras de Valencia, Sociedad de
Aguas Municipales de Alicante, Aguas de Levante, Centro-
Levantina de Riegos y Captaciones y la Empresa
Mixta de Aguas Residuales de Alicante. Evidentemente
la Sociedad de Aguas de Barcelona que ofrece un servicio
público vital para la población, históricamente
siempre ha contado con el favor del Ministerio de Obras
Públicas y desde el franquismo viene desarrollando su
proyecto de crecimiento basado en el trasvase del Ebro.
De
los años setenta data el mini trasvase de Tarragona de
70 Hm3 y de esos años parte también la estimación de
que el déficit hídrico de las cuencas internas de
Cataluña alcance en 1984 los 1400Hm3 anuales, pero en
realidad, dicho déficit no se ha presentado en el
horizonte previsto y estas estimaciones sólo han sido
un pretexto para el futuro gran negocio del agua y sus
vendedores.
Pero
un PHN de tal envergadura era todavía un sueño para la
oligarquía española de la pretransición, porque el país
ya contaba con una de las regulaciones fluviales más
grandes del mundo, es decir, más de 1000 pantanos.
La
ideología en que se basa el PHN procede del
industrialismo del s. XIX en el que el agua tan sólo es
un factor productivo y es conceptuada como un recurso
ilimitado, de ahí que el PHN sólo incida en la oferta
de agua y no en la racionalización de la demanda y en
como evitar las pérdidas en riegos a manta, prácticas
agrícolas como las de Almería antiecológicas, mal
estado de las canalizaciones, campos de golf, turismo y
piscinas, todo ello equivale a un desperdicio de agua
cinco veces mayor de la cantidad prevista a trasvasar.
Además
el PHN descuida por completo la contaminación por la
industria química que padecen las cuencas fluviales ibéricas
estimadas en un 33% del total y aun y así se estimula
el consumo urbano y agrario aunque éste último es el
gran pretexto para la aceptación consensuada del PHN.
En
definitiva, el PHN de lo que se ocupa es de un trasvase
de agua que asciende a 1050Hm3/año desde el Ebro hacia
el sudeste, procedentes de embalses del Pirineo y pre-Pirineo,
de Aragón y Navarra a través de los embalses
proyectados de Itoiz, Yesa, Biscarrués, etc., lo que
significa un elevado coste de conducciones,
construcciones de embalses y canales. Sin ocuparse para
nada de la conservación y gestión de los acuíferos
existentes que la propia expansión urbanística está
destruyendo.
Como
no podía ser de otra manera, los tecnócratas que han
elaborado y apoyan el PHN calculan los déficits hídricos
futuros sin tener en cuenta para nada el cambio climático
acelerado que se está produciendo; para ellos la
naturaleza se puede vencer y cuanto antes empiece la
distribución desigual del agua, mejor, aunque para ello
se tenga que sacrificar el Delta del Ebro por falta de
sedimentos, pues de acometerse el trasvase se perdería
la segunda zona de marisma más importante de Europa
después de Doñana.
Si
los costes ecológicos del PHN no pueden ser asumidos
por el conjunto de la sociedad, no menos lo son la
especulación que él mismo propicia, ya que los
supuestos beneficios que puede producir el agua
trasvasada para la agricultura a los precios de coste
reales, como así lo exige la normativa europea, hacen
que o bien se subvencione fuertemente la agricultura de
regadío y con ella disminuyan las importaciones de países
pobres o bien no resulte rentable la producción de las
nuevas zonas que disponen de agua trasvasada. Por lo
tanto, ¿dónde se encuentran los supuestos efectos benéficos
del PHN?
Ni
más ni menos que en beneficiar a los empresarios turísticos
del Levante español. España ya es el tercer país del
mundo en cantidad de turistas, 50 millones anuales de
visitantes e incluso desde el gobierno central no se
considera legal una ecotasa sobre el mismo. Sin dejar de
lado que el turismo en masa incide en la degradación
del territorio y del medioambiente.
El
PHN cuenta con una inversión de casi 4 billones de
pesetas que irán a parar a las constructoras de los
embalses que están a la espera de las contrataciones.
Otra
parte de este dinero público irá a parar directamente
a las empresas eléctricas, para el aprovechamiento
hidroeléctrico sobre todo a la compañía Endesa
que preside el opusdeísta ex ministro de Franco,
Rodolfo Martín Villa.
Indirectamente
el PHN, quizá lo más sustancial del mismo, promueve la
especulación de terrenos comprados como secano y que
ahora con el trasvase van a experimentar un gran aumento
de su valor, con lo cual la expansión y especulación
urbanística está garantizada.
Es
a todo esto y no a la agricultura, a lo que viene a
favorecer el PHN, a la santa mafia de siempre que ha
encontrado en el solar ibérico su mayor campo de acción
tras el estímulo de la demanda de un recurso escaso y
vital para la vida humana y del medio natural como es el
agua. De lo que se trata es de procurar el
enriquecimiento de la clientela política de siempre,
eso sí, pagado con el dinero de todos.
Como
no podía ser de otra manera, el PHN no ha sido aprobado
tan sólo por el Partido Popular sino que también por
el gobierno de la Generalitat, pues en el negocio del
agua en Cataluña, incluso en detrimento de su calidad,
tiene fuertes intereses en la consecución del Plan como
es el caso de las sociedades antes mencionadas. La
Generalitat tenía que aprobarlo porque está al
servicio de su clientela aunque ello le represente un
elevado coste político en el Baix Ebre.
La
Generalitat de Catalunya, para maquillar su apoyo
incondicional al PHN, ha elaborado más de setenta
alegaciones en las que no renuncia al trasvase a cambio
de un canon ambiental para la zona afectada del Delta,
como si los daños ambientales pudieran ser reparados
con dinero.
El
gobierno de Jordi Pujol, siguiendo las directrices
empresariales del negocio del agua como antaño,
prosigue su estrategia de los déficits hídricos de las
cuencas internas de Cataluña y calcula para el año
2010 un déficit de 300 a 350 Hm3/año, lo
cual avala sus deseos futuros del trasvase del río Ródano
o en su lugar del Duero-Tajo. La gestión de la demanda
futura ni se contempla. A todo a lo que se llega para
beneficio de las sociedades de aguas catalanas es a la
potenciación de la reutilización, más todavía para
mayor negocio, así como a la desalinización con los
efectos invernadero que produce la quema de combustibles
fósiles.
La
Generalitat de Catalunya está directamente implicada en
el PHN hasta el punto que el Conseller de Medi Ambient,
Felip Puig, en unas declaraciones recientes intenta
disuadir a quienes programan una marcha a Bruselas
contra el Plan, argumentando que la Unión Europa no
podrá detenerlo. La desesperación y la indignación de
la oposición al Plan tiene muchas posibilidades de éxito
en su intento de detenerlo, pues está en juego el
futuro de muchas personas, del territorio y de los
desequilibrios sociales y ecológicos que de llevarse a
cabo a bien seguro se van a producir.
Los
opositores son mayoría y en su favor cuentan con que a
ellos no se les ha preguntado y la toma de decisiones a
partido de la oligarquía y del grupo de turno en el
poder, además que se han ocultado los informes
elaborados por reconocidos expertos que desaconsejan el
trasvase del Ebro por sus daños medio ambientales
irreparables.
Como
durante el franquismo, las injusticias sociales y ecológicas
tienen que buscar el apoyo fuera de las fronteras españolas
para así tratar de impedir lo que en esa democracia
posfranquista resulta imposible, ya que se mantienen y
suceden así mismas las estructuras heredadas desde
1939.
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