OPINIÓN

Heraldo de Huesca, 3 de marzo de 2001

La falacia del pantano regulador

 

PEDRO MONTSERRAT RECODER. Profesor de Investigación Jubilado del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Premio Aragón de Medio Ambiente 1998. 

 

Ciertamente nos engañaron al presentar, como alternativa del embalse de Yesa recrecido, el «pantano de Embún», algo que destruiría un valle cheso produciendo unos desequilibrios insospechados a la vida rural del valle pirenaico, aragonés de pura cepa. Lo mismo ocurre con Santaliestra con respecto a Campo.

Se habló «de uno o del otro» como si la regulación de nuestros ríos, el suministrar agua para el regadío en aumento, se limitara únicamente a construir presas sin medir su impacto sobre una vida rural tambaleante, dependiente cada vez más del exterior, de un turismo que todos quisiéramos bien arraigado, consumidor de lo nuestro y creador de trabajo para nuestros jóvenes.

Las cosas nunca son tan simples como las presentan los interesados en disponer «libremente» de lo nuestro. Del mismo modo hace años que nos prometen bosques cuando realmente labran montes, plantan pinos para la procesionaria o el incendio devastador. No «progresará» el mundo rural con engaños sino elevando su nivel cultural, su dimensión humana, aragonesa bien auténtica.

Del mismo modo quieren hacernos creer que «el progreso» del regadío aragonés depende «en exclusiva» de las presas construidas, como si al aumentar los desequilibrios regionales creciera la potencialidad económica de Aragón.

El regadío que todos esperan exige agua, en determinados momentos y todo «el sistema» debe adaptarse a las nuevas necesidades, no la cabecera «en exclusiva». Ahora vemos una gran preocupación por lo fácil, por elevar un muro inundante que destruye los valles y desequilibra todas las actividades rurales pirenaicas. Se conocen ya los gravísimos problemas de salinización progresiva, problemas que desvelan a nuestros científicos y deberían estimular a nuestros técnicos.

Además, tenemos un regadío con escasa diversificación, con problemas insolubles para la remolacha y otros cultivos que han saturado el mercado nacional y europeo. Nuestra alfalfa tendría gran provenir como materia prima extraordinaria, industrializadora del yeso de nuestros suelos, realizando desde ahora estudios a fondo para sacar provecho de unos conocimientos teóricos que esperan ya un empresario decidido con técnicos animosos.

No tolero que todo se cargue sobre el «chivo expiatorio» del hombre de montaña: éste ahora languidece mientras todos especulan sobre sus despojos, renacerá el entusiasmo de nuestros jóvenes que ahora deben emigrar precisamente cuando mas deberían contribuir al progreso de nuestras raíces culturales, de lo sólido que tanto aprecia un turismo en aumento.

 

Artículo publicado originalmente en 1988 en el número 133-134 de la revista Jacetania.

 

Asociación Río Aragón