El PSOE y acompañantes están
modificando su posición respecto al Pacto del Agua y parece
que después del verano presentarán una propuesta sobre la
política de aguas en Aragón que incluirá una revisión de
algunos de los proyectos de regulación, y entre ellos, el
recrecimiento a una cota intermedia de Yesa. Es positivo que
la evolución experimentada por la sociedad aragonesa en los
últimos años vaya siendo recogida por los partidos de
gobierno.
En mi opinión, un elemento
clave para el cambio en la política de aguas es desterrar
del inconsciente colectivo aragonés la idea de que a los
regantes les asiste el “derecho natural” a poder disponer
libremente de las aguas y valles pirenaicos para llevar a
cabo sus legítimos proyectos de desarrollo. Era la filosofía
de la Ley de 1915, que hoy en día ya no cabe en el actual
ordenamiento constitucional y europeo y está siendo frenada
por los tribunales.
Recientemente un regante
esforzado y cabal me explicaba que para ellos disponer de un
embalse en cabecera era un seguro, algo así como disponer de
unos buenos ahorros en el banco para hacer frente a las
contingencias. “Claro que sí”, le dije. “A mí también me da
mucha seguridad tener un buen colchón de ahorros en el
banco. Pero para obtenerlo yo no puedo disponer de la cuenta
corriente del vecino y vaciarla a mi antojo para llenar la
mía”. Coincidimos en ello ambos.
Creo que la propuesta de
cota intermedia se mantiene en la misma obsoleta filosofía:
la subordinación de la montaña a los Planes de Regadío y la
inhibición de la administración para con los territorios
pirenaicos damnificados, que también aspiran a sus Planes de
Conservación y Aprovechamiento Turístico de los Ríos, por
ejemplo.
Por otro lado, la
discrepancia entre PP y PSOE a cuenta de la cota va a poner
de manifiesto la verdadera naturaleza del conflicto
hidráulico entre Madrid y Zaragoza: la disputa entre ambos
gobiernos por la “apropiación” de las aguas pirenaicas: los
unos para sus votos/intereses levantinos y los otros para
los que tienen en el Llano. Y en medio los pirenaicos que
los ven disputarse sus fondos de valle y sus ríos, sin pedir
permiso.
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