SIETE DE ARAGÓN n.º 281: 10-11, del 26 de junio al 2 de julio de 2000

¿POR QUÉ NO AL TRASVASE DEL EBRO Y SÍ AL DE LOS RÍOS PIRENAICOS?
José Manuel Nicolau Ibarra
Miembro de COAGRET

Los lectores del Siete ya saben desde hace tiempo que el trasvase estaba servido. Que el Pacto del Agua era la antesala del trasvase, el catálogo de embalses necesarios para el trasvase, que convertiría a los regantes monegrinos y bardeneros en aguatenientes, comerciantes de agua a costa de los valles y gentes pirenaicas. Que Sancho, Lanzuela, Mur, Iglesias habían hecho el trabajo sucio. Y los regantes el de dar la cara a cambio de unas cuantas concesiones hidráulicas. Y las hidroeléctricas, constructoras y compañías de abastecimiento urbano, mientras, agazapadas frotándose las manos.

¿Por qué se oponen al trasvase del Ebro y sin embargo están construyendo los trasvases del Aragón, Gállego, Ara y Ésera? ¿Por qué en un caso no está justificado y en los otros sí? ¿O el Pacto del Agua no incrementa el desequilibrio territorial en favor de El Llano? ¿O el Pacto del Agua no supone más despoblación, descohesión social, sufrimiento humano y deterioro ambiental para la montaña? El problema no es trasvase sí, trasvase no. El problema es el de dos grupos con intereses económicos -"inversores mediterráneos" y "aragoneses interesados"- que quieren hacerse con el control del agua del Pirineo para realizar sus negocios. Ambos comparten una ambición sin límites y un modelo de crecimiento económico puro y duro en el que se encuentran ausentes las consideraciones humanas, sociales y ambientales. ¿O es que los regantes y los poderes políticos aragoneses han tenido consideración por la montaña? ¡Pero si no les dejaron ni criar truchas en su propio río a los de El Grado! ¡Pero si ningún presidente ha subido a hablar con los montañeses, ni siquiera Iglesias, el del consenso!

Por ello, yo interpreto que el rasgamiento de vestiduras que manifiestan estos días el gobierno de Aragón y las cúpulas regantes es hipócrita, cínico, quizá una táctica para obtener más ración en la negociación, quizá una pose política de cara al electorado, por que hace mucho que aceptaron el trasvase ante los poderes fácticos representados en el Ministerio de Medio Ambiente a cambio de concesiones de agua mercadeables. Realmente, quien sufriría los efectos del trasvase es el Pirineo, donde se almacenaría el agua. Los demás, todos sacarían una ventaja u otra. Y es en lo que están ahora: dándose dentelladas para repartirse la tarta. Sin embargo la escenografía de los políticos / medios de comunicación regionales está representando de nuevo la obra del Aragón ultrajado ante la codicia de los mediterráneos ricos. Cuando la realidad no es más que la lucha entre dos codiciosos: los de aquí y los de fuera. Pero quieren involucrarnos al pueblo utilizando el "sentimiento regionalista" y nos dicen "Hay que defender Aragón", cuando en realidad buscan que defendamos sus intereses.

En la lucha entre "inversores levantinos" y "aragoneses interesados", sin duda, los primeros llevan las de ganar. Desde los valores socioeconómicos imperantes hoy en día, no hay argumentos de peso para oponerse al trasvase del Ebro. Los levantinos van a crear más puestos de trabajo que los aragoneses, sus modernos regadíos van a alzar el P.I.B. mucho más que los regadíos subsidiados de aquí. Y sus campos de golf y complejos de ocio y turismo todavía más. Además están las razones electorales: hay muchos más votos allá que aquí. Las opciones de los "aragoneses interesados" vienen de su capacidad de alimentar el victimismo en la región -lo que incrementa el coste político de la operación de sus adversarios- y de aferrarse al Pacto del Agua -que les garantiza las concesiones de agua. Ya se ve, que este Pacto no era más que un catálogo de obras.

Solamente desde otra escala de valores cabe afrontar la gestión del agua en Aragón. El agua vista no exclusiva, ni principalmente como un factor productivo para el enriquecimiento de minorías privilegiadas, sino como un bien de la Naturaleza, del que se beneficie el conjunto de la sociedad actual y las generaciones futuras. Un bien natural cuya gestión ha de tener una prioridad máxima para ser sostenible: garantizar la supervivencia del propio recurso y de los ecosistemas y sociedades que lo albergan, tras ser utilizado. Una gestión que satisfaga nuestras necesidades de desarrollo aplicando de forma no compulsiva la tecnología (infraestructuras), para así preservar los bienes y servicios que recibimos de la Naturaleza, que son imprescindibles para mantener nuestro bienestar. Por que necesitamos de suelos productivos para obtener alimentos, madera, fibras; del agua de calidad y de las cuencas reguladas que nos proporcionan los bosques; de los insectos polinizadores de las cosechas que nos da la diversidad biológica; de un clima regulado; de una atmósfera con sus gases en equilibrio para respirar; de paisajes para el reposo y la serenidad, para el ocio y para mantener las señas de identidad de los pueblos.

Porque los bienes y servicios que nos proporciona la naturaleza son el fundamento de nuestro bienestar, con el complemento maravilloso de la tecnología bien aplicada, el discurso trasvase sí, trasvase no, resulta obsoleto. No son dos opciones contrapuestas, sino la misma: utilizar de forma compulsiva una tecnología del siglo pasado (grandes presas) para el lucro de unos o de otros, a costa de reducir los bienes y servicios que nos presta cada día la naturaleza pirenaica y del sufrimiento de sus habitantes.