Diario del AltoAragón. Martes, 10 de agosto de 1999

César Pedrocchi. Biólogo del Intituto Pirenaico de Ecología, CSIC
Agua fresca para regar la albahaca
(Una opinión sobre los embalses)

El Altoaragón debería sentirse triste, a pesar de ser verano y de que van a sucederse las fiestas en pueblos y ciudades una tras otra, hasta bien entrado septiembre. Debería sentirse triste porque se ha formado, poco a poco, sin que nadie se dé cuenta, una nueva frontera entre los altoaragoneses de la montaña y los del llano. El motivo ha sido el tema, de enorme importancia económica, de la regulación de nuestros ríos para racionalizar la disponibilidad del agua que con tanta frivolidad nos da la Naturaleza, que en este caso no se comporta como sabia, ni mucho menos (aunque no ha dicho todavía su última palabra).

La regulación de los ríos se ha trivializado, de modo que pueda rápidamente convertirse en un tema bipartidista, de enfoque ligero, sumamente fácil, para que todo Aragón pueda opinar. La estrategia es tan antigua como eficaz (divide y vencerás), mientras en la penumbra se frotan las manos unos pocos, entre los que se encuentran poderosas multinacionales, que van preparando el terreno para terminar siendo los únicos beneficiados.

Siendo los agricultores del llano un número reducido, similar al de los habitantes de la montaña, había que complicar las cosas y asegurar la victoria: así se ha añadido al conflicto el colectivo urbano, que siempre se había mantenido al margen, acosados por problemas de otra índole (industria y puestos de trabajo en las urbes). Pero mira por donde que, de pronto, se preocupan por lo que nunca les había preocupado: el agua de uso doméstico. Zaragoza y pueblos satélites primero y después Huesca, han sido añadidos al colectivo de los beneficiados por la regulación de los ríos.

Nadie se ha preocupado de pensar el porqué el Ebro de repente se ha convertido en un río no utilizable, sobre todo cuando los acuerdos comunitarios exigen a España (el país comunitario que tiene peor calidad en sus aguas fluviales) la progresiva mejora de nuestras aguas. El Ebro, por encima de Zaragoza, tiene tres puntos de contaminación notables: Miranda de Ebro, con vertidos muy tóxicos en cuyo remedio nadie pone gran interés, Vitoria, con una depuradora casi siempre parada en los últimos tiempos, y Pamplona, con una depuradora que funciona magníficamente, pero con vertidos accidentales ejecutados con eficacia. No costaría un gran esfuerzo volver a tener un Ebro limpio, pero supongo que hasta que a Zaragoza no llegue el agua de los Pirineos, no habrá posibilidad de limpiar el río.

De cualquier manera, los habitantes de las capitales (Zaragoza y Huesca) ya quieren beber el agua prometida, agua mineral sin gas, de mejor calidad de la que venden embotellada y ¿más barata? Nadie habla de los costos.

Por lo tanto, ya tenemos estructurado uno de los dos partidos, el de los "beneficiados", que es Aragón, menos los montañeses.

Enfrente de estos, el otro partido, ¿el de los perjudicados, que no quieren que les inunden sus pueblos, o el de los egoístas que niegan el agua al sediento? Quizás habría que acotar el tema, pues creo que en la montaña nadie se ha opuesto nunca a la regulación de los ríos, pero sí a que se hagan una serie de obras que perjudican directamente a las personas y a la economía de esas comarcas.

Falta la afrenta para establecer la guerra y esa la han dado, por escrito y firmada los labradores: han mencionado a la bicha y en sus carteles no han pedido sólo agua, sino que han pedido concretamente el recrecimiento de Yesa, Santaliestra, Jánovas, Biscarrués y Montearagón. Despreciando a los habitantes (Yesa y Biscarrués), despreciando a la naturaleza (Jánovas), despreciando posibles catástrofes que acarrearían cientos de muertos, que luego no querrían cargar en sus conciencias (Santaliestra). Eso ha sido una pena, pero ya está lecho. Quizás se trate de alguna venganza, tras los muchos siglos en que los ansotanos, chesos, jacetanos, tensinos y así hasta los ribagorzanos, ricos y orgullosos, bajaban su ganado a una tierra de las siguientes características, por poner un ejemplo:

"Después de haber andando siete horas por un terreno aún más inculto que el que había visto hasta entonces, me encontré en un pueblo medio arruinado llamado Candasnos. Es seguramente allí donde la miseria y el hambre se han juntado para mostrarse al descubierto. Un pollo seco, descarnado, que se habría dicho haber sido destrozado por los perros y que fue preciso buscar durante mucho tiempo; cuatro huevos, que también costó muchísimo trabajo encontrar que no tenían más que la yema; una sopa de pan negro con aceite, y a falta de vino, agua que habían ido a buscar a un agujero a media milla, la que me pareció que sabía a jabón; tal fue el delicioso almuerzo que hice en ese sitio con un oficial español que quiso hacerme compañía. Fue todavía necesario el que diese parte de él a mi criado y por caridad al cochero, así como distribuir trozos de pan a una tropa de chicos, completamente desnudos y muertos de hambre, que lloraban, gritaban alrededor de la mesa ..." (P. Norberto Caino, tomado de García Mercadal, 1952. Viajes de extranjeros por España y Portugal. Ed. Aguilar. Madrid).

Me pregunto, si todas las ciencias, tecnologías, artes, etc. evolucionan, ¿por qué la ingeniería de caminos, canales y puertos sigue en la prehistoria? Es curioso que una de las carreras que mayor consideración tenía, la de los que podían entrar y salir de la función pública solo con decirlo, los niños bonitos del país, sólo saben utilizar las nuevas tecnologías y los nuevos materiales para hacer lo que ya hacían los romanos, con la única diferencia de hacerlo más alto, más ancho y más largo. ¿Más a lo bestia o más faraónico? nunca más inteligente. Casi parece un insulto la utilización del inventario de cerradas y de los mismos proyectos que existían a principios de siglo y quizás sería conveniente dejar descansar de una vez a Joaquín Costa en lugar de utilizarlo de baluarte de lo que cada vez es menos verdad.

Los ríos han de regularse, pero el agua puede guardarse en otros embalses, en capas freáticas o en donde sea, allí donde lo permita la nueva tecnología. Es de desear que espabile la C.H.E. y estudie y catalogue los freáticos que dista mucho de conocer, que convoque concursos con el fin de conocer nuevas posibilidades y que piense que hasta el momento los grandes proyectos de regadíos en Aragón han tenido grandes fracasos (salinización, pueblos de colonización) y que los nuevos regadíos se han de hacer, no sólo bien para conseguir explotaciones rentables a largo plazo, sino que han de fijar y permitir el incremento de la población, cosa que dista mucho de conseguirse en los antiguos, ya que en muchos de ellos se mantiene, cuando no desciende esta.

Y también se puede considerar fracaso la parcelación, carente de futuro, con lotes de 10 y 15 hectáreas que, en un tiempo quizás añorado por algunos, se consideró óptima para que el pobre siguiera siendo pobre en el país de "Santiago y cierra España", donde la mecanización no se consideraba probable y menos la apertura de las fronteras.

Pero quizás cabría pensar que todo esto y más cosas son conocidas por los gestores del agua y que son ellos mismos los que han provocado la división entre los altoaragoneses y la situación de guerra como cortina de humo.

¿Para qué una cortina de humo? Queda bastante claro que los errores cometidos durante la creación de los primeros regadíos, junto a una rápida evolución de las técnicas de cultivo, han dejado obsoletas la mayor parte de las actuales explotaciones, que sobreviven con entre un 40 y un 60 % de subvenciones para conseguir no siempre elevada calidad, pero sí muchas veces mayores precios que los mismos productos importados. Es evidente que, cuando terminen las subvenciones comunitarias, tendrá que haber una modernización de las unidades de explotación, para conseguir una agricultura agresiva en el mercado. La única forma de conseguirlo es crear grandes unidades, incluso en manos de multinacionales, que puedan manejar el mercado internacional. En otros ámbitos se ve que los hipermercados se comen a los supermercados y que las grandes empresas desayunan con PYMES.

Así que, como la agricultura no puede ser menos, se avecina una nueva reconversión. Los labradores que brincaron de sus tierras en la primera reconversión, fueron a parar a las empresas de las capitales que, en aquel tiempo, precisaban de mano de obra, tanta como hubiera disponible. Los que tengan que abandonar ahora, ¿a dónde irán? La cuestión es la de siempre, el incremento de desigualdad entre los pudientes y los que no lo son.

Pero, ¿qué pasará con las tierras y el agua? Parece claro que todas aquellas producciones excedentarias, los suelos poco productivos, las parcelas de pequeño tamaño, tendrán que ser abandonadas. Grandes superficies, manejadas con muy poca mano de obra, salvo en los momentos cruciales en que se utilizará la más barata de países tercermundistas, rentabilizarán las explotaciones. Optimizando los sistemas de regadío, se podrá soportar el incremento del precio del agua, que interesará que sobre, puesto que, privatizada o manejada por grupos potentes, como Confederaciones o Consorcios de riegos, ser tanto o más negocio que el que en la actualidad y delante de nuestras narices, se lleva a cabo con la energía, sin que nadie proteste.

Porque la idea de almacenar más agua para dar de beber a todo el mundo y regar mucha más extensión, sólo lleva a que, de nuevo, una vez se utilice toda el agua almacenada, vuelvan a producirse problemas los años secos. Con lo que se necesitarán nuevos recrecimientos y embalses hasta tener una regulación hiperanual. Y una vez que no llegue ni una sola gota de agua al mar y se utilice toda ella en dar de beber y regar las nuevas superficies, entonces los años de sequía seguirán siendo un problema. Y que nadie diga que no hay tierra suficiente para regar, puesto que mucha tierra de secano sobra en la margen derecha del Ebro. Y acueductos y sifones los sabían hacer perfectamente los romanos, sólo se trata de hacerlos más altos, más largos y más anchos... y esto sí que lo sabemos hacer.

Me gustaría equivocarme, pero cada vez veo con más claridad, que será cierto lo que ponía una pegatina que llevaba en la camiseta un melenudo anti embalses:

Regante, ignorante que el agua es para Levante

Y veremos un futuro, con los jóvenes de nuestros pueblos buscándose la vida en las ciudades, mientras el colectivo importado, como en la fábula del sabio, aprovechará las hierbas que el otro arrojó.

César Pedrocchi
Biólogo
Intituto Pirenaico de Ecología, CSIC