Opinión
El Periódico, 26-IX-2004
La oportunidad de Flix
 

Narcís Prat

Catedrático de Ecología de la Universidad de Barcelona
 

  • La restauración del embalse debe mejorar el medio ambiente y beneficiar a la economía de la zona 

La explosión mediática de la problemática ambiental derivada de la presencia en Flix de fangos con elevadas concentraciones de metales pesados, compuestos orgánicos persistentes y radiactividad ha puesto de relieve un problema que era conocido y por el cual hasta ahora todas las administraciones habían pasado de puntillas, cuando no demostrado connivencia con una situación intolerable: la existencia de vertidos tóxicos en el embalse.

Se conoce desde hace años la bioacumulación de DDT y PCB que se produce en algunos organismos de los humedales del delta del Ebro. También sabemos que el mercurio vertido en el río se ha detectado en las redes tróficas marinas cercanas al delta y que ha afectado a las colonias de algunos pájaros. La presencia de la radiactividad en los lodos del embalse también era conocida por lo menos desde el proceso de delito ecológico que la empresa afrontó en el pasado.

LA FORMA como abordar la presencia de estos contaminantes para que la solución adoptada sea un ejemplo para todo el mundo debería ser el objeto de nuestra preocupación. El debate se debe centrar en si se deben extraer los fangos del río o bien no moverlos y controlar su dinámica, y en conocer en qué condiciones son arrastrados río abajo y las consecuencias que ello implica. Por los datos del estudio realizado queda claro que parte de los fangos se arrastran en los momentos de crecidas habituales del río. Por lo tanto, mientras los fangos estén allí tenemos el riesgo de que se arrastren en mayor o menor medida.

Lo que procede ahora, pues, es la realización de un estudio de riesgo ambiental donde se valoren las opciones posibles (no hacer nada, confinarlos o retirarlos) en función de los efectos ambientales, el costo económico y la opinión de los ciudadanos de la zona. Este tipo de estudios se han realizado en otros países y conviene aplicar las metodologías adecuadas para evaluar cuál es la mejor alternativa. Siempre con total transparencia (lo que hasta ahora no ha sido habitual en la administración hidráulica española) y supeditando las posibles alternativas técnicas a la decisión que se tome por parte del grupo de gestión del riesgo, en el cual los posibles afectados deberían tener un papel preponderante. El tiempo que esto conlleva y el coste de las posibles alternativas no lo sabemos, pero hay que poner manos a la obra inmediatamente.

Mientras tanto, que sigan los controles para evitar cualquier riesgo sobre la salud y para saber (ya que no lo podemos evitar totalmente) la extensión de esos contaminantes en la red trófica de los ecosistemas del bajo Ebro (río, delta y mar cercano), que es algo que no se conoce suficientemente.

LO MÁS importante de este asunto es que la restauración del embalse de Flix debe convertirse en un reto científico y tecnológico y en una oportunidad de progreso para los habitantes de la zona. Un buen programa de restauración implica también una inversión importante y canalizar los esfuerzos en iniciativas de investigación y desarrollo que sirvan como ejemplo para otros casos similares.

Al final del proceso podemos encontrarnos con una situación ambiental mucho mejor y una experiencia tecnológica que aporte beneficios de todo tipo (incluso económicos) para la población. El sentimiento de que el Ebro está marcado por la fatalidad debe transformarse en la búsqueda de una oportunidad para construir un futuro más sostenible. Aquí también la participación de los ciudadanos en todo el proceso es clave.

Y mientras el fango de embalse de Flix emergía en la prensa de forma casi explosiva, pocos han reparado en noticias que probablemente sean peores para el futuro del Ebro. Por ejemplo, que se han inaugurado los trabajos para construir 12.000 nuevas hectáreas de regadío en su cuenca. O que la altura de la presa de Yesa se va a incrementar.

En el primer caso significa que hasta 96 millones de metros cúbicos serán captados de los ríos, de los cuales más de la mitad serán evapotranspirados y el resto, al retornar al río, llevarán gran cantidad de sales y de nutrientes que disminuirán la calidad de su agua. Desaparecerá del Ebro una cantidad de agua similar a la que capta el minitrasvase del Ebro. En el segundo caso, aparte de los fuertes impactos ambientales de la presa en cabecera, la regulación de las crecidas contribuirá a la degradación de los ecosistemas del Bajo Ebro.

Los habitantes de Flix no deberían olvidar que el decreto que derogó el trasvase en junio no eliminó la mayoría de obras de infraestructura que pueden dar al traste con la salud ecológica del Ebro. Que el color negro del fango no enturbie nuestras mentes y no nos haga olvidar que el Ebro debe gestionarse de forma integral desde el nacimiento a su desembocadura.

Asociación Río Aragón-COAGRET