Nos vamos a Bruselas. De nuevo el clamor contra
el Plan Hidrológico Nacional rebasará el domingo día 7 de
Diciembre la frontera de los Pirineos. También rebasará la
frontera de la estrechez de miras de quienes dentro de
Aragón insisten en perpetuar viejos esquemas incongruentes y
más propios de figurar en un museo de nostalgias que en los
planes de un gobierno autónomo que dice oponerse al trasvase
del Ebro.
Los aragoneses volvemos a Bruselas con la
bandera del Ebro y con las de todos los ríos que en él se
contienen. Vamos a abrazarnos con los compañeros de
las
Terres de l'Ebre y con todos los que
aportan sensibilidad y alternativas para preservar lo
todavía salvable de los ríos. Vamos a clamar contra todo
trasvase, incluido el trasvase deliberadamente menos
divulgado, el de la retaguardia, el de los grandes almacenes
para garantizar caudales. Sí, me refiero al Pacto del Agua
que, por exigencias de un guión salvacionista de tubos y
compuertas, cuenta con el rotundo beneplácito del Partido
Popular.
Llevamos a Bruselas un mensaje nítido y sin
equívocos, un mensaje que ha de ser protagonista en sí mismo
y que no podemos degradar a pantalla para promoción de
mensajeros oportunistas. Llevamos a Bruselas un mensaje con
vocación y posibilidades para albergar bajo la Nueva Cultura
del Agua todos los planteamientos que partan de la premisa
del respeto, especialmente hacia los territorios explotados
en beneficio de otros receptores de prosperidad y que
paradójicamente, lejos de reconocer el sacrificio ajeno
impuesto y no compensable que han supuesto y suponen los
grandes pantanos, lejos de comprender la urgente y
responsable necesidad de cambiar a un modelo de cívico
entendimiento, se atrincheran en un cerril autoritarismo
demandante de más agua, de más expolio de los escenarios
donde hasta ahora ha sido más fácil imponer la sinrazón. Y
Aragón, con la esperpéntica consigna de la unidad en torno a
un Ebro sangrado en su norte, sigue sin árbitro en una
tensión que, ante la ausencia de una voluntad institucional
para el debate, ante la negada moratoria para las obras
conflictivas, sólo quebrarán los tribunales y la presión
ciudadana que de diversos modos, aunque sea con las tripas
aguachinadas de ayuno y con el dolor de las máquinas
mordiendo por el Gállego o por donde se le antoje al
poderío, vamos a continuar esgrimiendo argumentos y clamando
sin cuartel por la dignidad de la montaña, dignidad
extrapolable a todo el medio rural.
Cuestiónese el Gobierno de Aragón cómo se va a
interpretar en Bruselas su ausencia en esta ocasión.
Cuestiónese cuánto tiempo más va a perpetuar en nuestra
comunidad su discurso de división y hormigón. Cuestiónese -y
cuestionémonos- qué diferencias existen entre la
Confederación Hidrográfica del Ebro y las actuaciones que
desde el Pignatelli se propugnan y consienten para nuestros
afluentes, tributarios geográfica y emocionalmente del Ebro.
Nos vamos a Bruselas. Nos vamos con todos los
ríos, con todos sin excepción. |