Opinión

La Garcipollera, la cola seca de Yesa

Por Mª. Victoria Trigo Bello

A comienzos de los años sesenta del siglo pasado, en La Garcipollera y en muchos otros núcleos de Aragón y de la España rural se afianzaba o culminaba la soledad con sus redes de maleza y destrucción. A las causas comunes de dificultad de comunicaciones, dureza de la vida cotidiana y reclamo de mano de obra por parte de los estilos productivos industrializados, en el caso de La Garcipollera hay que añadir la circunstancia de la repoblación forestal para evitar o minimizar los derrubios que aportara el río Ijuez al Aragón, al objeto de mantener lo más limpio posible el vaso de Yesa.

El valle de La Garcipollera se extiende de Norte a Sur, en casi un tercio de su longitud y cambia bruscamente de dirección tomando la de Este-Oeste hasta la desembocadura en el río Aragón del río Ijuez, espina dorsal del valle que nace en la vertiente meridional de la loma de Vacún (2197 m).

En La Garcipollera de 1857 había 735 habitantes, de los cuales 389 pertenecían al ayuntamiento de Bescós y 346 al de Acín. En 1910 había 610 vecinos en todo el valle. Ya había comenzado el adiós a La Garcipollera.

Según un decreto del año 1927, en la dictadura de Primo de Rivera, se declaró a La Garcipollera de utilidad pública para la repoblación forestal, con el fin de evitar la colmatación del embalse de Yesa proyectado por entonces. Sin embargo, sería a mediados de la década de los cincuenta, cuando el gobierno se decidió a desarrollar el plan de repoblación forestal.

En 1956 el ICONA comenzó a adquirir los terrenos y a repoblarlos a base de coníferas, introduciendo la fauna cinegética a partir de 1960, particularmente el venado. La venta de los pueblos fue aceptada de buen grado por la mayoría de los vecinos, aunque las cantidades en efectivo no eran muy elevadas. Yosa fue el primer núcleo en dar su conformidad, el día 21 de marzo de 1956, seguido de Larrosa y Acín. El 25 de noviembre de 1960, firmó la venta Villanovilla, reservándose la propiedad de las viviendas y las fincas próximas a dicho pueblos, como también haría Bergosa. En Bescós sólo un vecino no vendió su vivienda y tierras.

Los ayuntamientos de Bescós y Acín quedaron incorporados al de Jaca según Decreto de 7 de Diciembre de 1961. El acto oficial de la incorporación tuvo lugar el 5 de Febrero de 1962, siendo entonces alcalde de Jaca, Benigno Fanlo Cayuela. El ayuntamiento de Jaca procuró viviendas en el barrio de la Estación a todos los vecinos de La Garcipollera que las solicitaron. Los inquilinos pagarían una módica amortización durante cincuenta años, para pasar tras dicho periodo a ser propietarios. También les facilitó trabajo. Así, anestesiadamente, se despoblaba un valle.

En 1962 se creó el Coto Nacional de Caza de La Garcipollera sobre una extensión de 5577 hectáreas, incluido en ellas el vecino barranco “d’a Glera”, en término de Villanúa. Algún otro tipo de coto establecieron por esas tierras los militares que en el pueblo de Yosa encontraron gracioso blanco para sus prácticas de profanar la memoria de sus antiguos habitantes y destrozar por destrozar, según capricho de uniformes y galones cuyos morteros no respetaron ni el edificio de la iglesia, una construcción románica de los siglos XI al XII.

La Garcipollera es una burbuja seca, un paréntesis que abraza un espacio yermo donde las campanas ya enmudecieron y los esquilos son poco más que una excepción en el paisaje. El tiempo dirá si la explotación experimental de Bescós, la restauración de casas en Villanovilla, o las dominicales alegrías bergosinas, consolidan siquiera en determinados periodos, un atisbo de posibilidad para este valle.

No consta que en La Garcipollera se vivieran episodios de tensión como en Jánovas, sino que la mayoría de los vecinos abandonaron el valle sin oponer gran resistencia. Sin embargo, reflexionar acerca de las posibilidades que allí no se propiciaron para la vida de sus habitantes, pensar en las carencias que les hicieron preferir marcharse, hace concluir que se trataba de una maniobra para suministrar a la aplastante maquinaria del poder un territorio de montaña a salvo de cualquier oposición.

Hoy, tan sólo resta para los poetas y los sentimentales que se acerquen por La Garcipollera, la añoranza de un árido tiempo caduco cuya aspereza queda amortiguada por la melancolía de saberlo perdido para siempre, como todas las ilusiones que en un día negro, en un día que nació muerto, se ahogaron en las aguas sin fondo del pantano de Yesa.

 

Asociación Río Aragón-COAGRET