PATRICIA ORTEGA DOLZ - Madrid
EL PAÍS | España -
01-02-2004
A la entrada del pueblo,
situado en una colina en el valle del río Aragón, en la comarca de
la Jacetania, puede leerse en una pancarta que va de un lado a
otro de la calle: "Quiero vivir aquí". Un poco más adelante, otra:
"Ríos sin presas, pueblos vivos". Unos pocos metros más, a la
derecha: "¿Tu madre tiene pueblo? A la mía se lo inundaron", y así
hasta llegar al centro de la localidad, desde el que se divisa la
Sierra de Leire, el valle del Roncal y, al fondo, las cumbres
nevadas de los Pirineos.
Artieda, un municipio del
bajo Pirineo en la provincia de Zaragoza con 106 habitantes y
1.200 hectáreas, debe ser el pueblo con más pancartas por metro
cuadrado de España. Esta pequeña villa se ha convertido en los
últimos días en símbolo de la polémica hidráulica o conflicto del
agua, esa amalgama de proyectos, obras, documentos, informes y
leyes que constantemente plantean cuestiones como: ¿Embalses sí o
embalses no?; ¿trasvase sí, trasvase no?; ¿inundaciones sí,
inundaciones no?; ¿agua para regar o agua para especular?...
Como a otros pueblos del
Pirineo, a Artieda parece haberle llegado su hora, junto a Mianos
(60 habitantes) y Sigüés (200 habitantes). Los tres, enclaves del
Camino de Santiago aragonés, se ven afectados por el recrecimiento
de la presa de Yesa, situada en el municipio que le da nombre, en
la frontera entre Navarra y Aragón.
El embalse, que hasta ahora
tenía una capacidad de 500 hectómetros cúbicos, va a ser ampliado
para alcanzar 1.500 hectómetros, con un coste de unos 166 millones
de euros. Quedará entre los mayores de España, pero a costa de
inundar gran parte de los citados municipios. En el caso de
Sigüés, la inundación afectaría al propio casco urbano.
La razón no es otra que la
ejecución del Pacto del Agua, alcanzado y aprobado por unanimidad
en las Cortes aragonesas en 1992 y, después, incluido en el Plan
Hidrológico Nacional (PHN). Se trata de la realización de un
listado de obras hidráulicas en la región, entre las que figura el
recrecimiento de Yesa, "con el fin de proveer de agua a los
regadíos de la zona llana de Aragón, conocida como Bardenas;
mejorar el suministro de agua de la zona media del Ebro;
garantizar el suministro en otras zonas; y abastecer a la ciudad
de Zaragoza y su entorno", en palabras del presidente de la
Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), José Vicente Lacasa.
Y la polémica está servida.
Unos porque les inundan sus tierras y otros porque quieren agua
para regar las suyas. La montaña contra el llano y el llano contra
la montaña. Y, por si fuera poco y tratándose de agua, el
conflicto salpica a ese macroproyecto que es el PHN, que pretende
trasvasar agua del Ebro a todo el Levante español.
Porque eminentes
catedráticos y técnicos de las universidades de Zaragoza y Murcia
están convencidos de que triplicar la capacidad de la presa supera
con mucho las necesidades de riego y abastecimiento de Aragón, y
afirman que Yesa será un gran almacén de agua para el polémico
trasvase. Así que también: Aragón contra el Levante y el Levante
contra Aragón.
Los de Artieda lideran la
resistencia de las gentes de la montaña y estos días se han
mostrado más beligerantes que nunca, porque los funcionarios de la
confederación hidrográfica llegaban cada mañana para que firmaran
las actas de expropiación de sus tierras. Las mismas a las que se
aferran con dignidad numantina, aun sabiendo que probablemente
serán pasadas por agua. Y cada mañana les esperaban todos, jóvenes
y viejos, a la entrada del pueblo al grito de "¡fuera!, ¡fuera!" y
los funcionarios tenían que irse por donde habían venido. Nadie ha
firmado las actas de expropiación en Artieda, donde gobierna la
Chunta Aragonesista (CHA) de la mano de Luis Solana (43 años).
Tampoco lo han hecho en Mianos ni en Sigüés, adonde todavía no han
llegado a expropiar.
"Nadie nos ha explicado qué
va a pasar con nosotros. ¿Cómo vamos a aceptar que, de golpe y
porrazo, nos inunden las tierras, que son nuestro medio de vida?",
exclama Carlos Pérez, un hombre de 34 años que desde las pasadas
municipales es alcalde de Mianos (CHA). "Vinieron funcionarios de
la confederación y negociaron con el anterior alcalde (PP) y le
dijeron que qué queríamos a cambio. El resultado es la
construcción de un montón de nichos en el cementerio. Igual que en
Sigüés", añade.
"En nuestro caso", dice
Daniel Salinas (PAR), alcalde de Sigüés, "hablamos de que el agua
nos entra por las puertas. No se puede hacer tanto electoralismo
jugando con las vidas de las personas. Hay que pactar una cota de
embalse que no nos inunde".
Los lugareños cuentan que
hay una historia amarga de los embalses. Aragón es una región en
la que hay zonas donde llueve poco y pueblos que desde hace 100
años esperan el agua como fuente de desarrollo. Y, a lo largo de
la historia, se ha creado una conciencia de que los embalses eran
buenos per se. "En Aragón hay dos mitos: la Virgen del
Pilar y el agua", dice Solana. Las gentes de la montaña son las
que han padecido históricamente las consecuencias de esas
políticas hidráulicas: 4.000 personas desalojadas, 30 pueblos
abandonados, 8.000 hectáreas de fondo de valle anegadas en el
Pirineo central, según el único estudio existente al respecto,
realizado por la Fundación Nueva Cultura del Agua.
Localidades abandonadas
"Hemos visto cómo, tras la construcción del actual embalse de Yesa
(1959), nuestros vecinos de los pueblos cercanos abandonaban sus
pueblos, sus hogares, su historia, porque les inundaban su medio
de vida", dice Alfredo Solano, teniente alcalde de Artieda.
Solano se refiere a Tiermas,
Ruesta y Esco, las primeras víctimas de esta presa junto a sus
1.500 habitantes, algunos de los cuales emigraron a las
poblaciones que ahora vuelven a verse amenazadas por las
inundaciones. Aquellos son hoy pueblos fantasma.
"Tiermas era cabeza de
comarca, tenía unos baños termales que lo convirtieron en centro
turístico. A su alrededor se creó una red de servicios y
relaciones comerciales que dio vida a la comarca. Su abandono fue
decisivo en la evolución de nuestros pueblos", dice Solano.
Eso es lo que está en la
memoria de todos ellos. Una memoria fortalecida cada verano,
cuando resurgen de las aguas de la presa vaciada el hotel y los
baños de Tiermas en medio de un barrizal. Y también una memoria
muy distinta a la de los habitantes del llano y, concretamente, de
la Comunidad de Regantes Bardenas, potenciales beneficiarios de la
presa y su recrecimiento.
"Vivimos como podemos.
Alrededor del agua gira todo. Si no hay agua no hay vida", dice
Luis Ciudad, presidente de la citada comunidad de regantes, que
engloba a unas 25.000 familias.
Desde un punto de vista
estrictamente utilitarista, es el sacrificio de unos pocos para el
beneficio de muchos. Y el presidente de Aragón, el socialista
Marcelino Iglesias, que se ha mostrado claramente combativo con el
trasvase del Ebro, está haciendo equilibrismos políticos para
lograr un acuerdo entre los pocos habitantes de la montaña y no
enfadar a los muchos del llano. Al fin y al cabo, no es en la
montaña donde están los votos.
"Queremos regular el río
Aragón salvando los pueblos", dice Iglesias. "Creo que se puede
acordar una cota suficiente e inferior a la proyectada. Sospecho
que esa cantidad de agua es para actividades que no se quieren
publicar", agrega. Pero, la ministra de Medio Ambiente, Elvira
Rodríguez, ya ha advertido de que no llenar a la cota máxima es
malgastar la obra.
Las declaraciones
sentimentales de los de Artieda, basadas en valores vitales,
contrastan con las económicas de los regantes de Bardenas, una
retahíla de cifras sobre las necesidades de agua: "Somos
deficitarios. Necesitamos 300 hectómetros cúbicos para regar las
77.000 hectáreas de regadío que tenemos. Si se van a ampliar hasta
110.000, necesitaremos 900 hectómetros. Más los 100 que necesita
Zaragoza para beber y los 150 de reserva... Es lo que necesita
Aragón para desarrollarse", dice Ciudad.
Los que le han puesto
palabras a los sentimientos de las gentes de la montaña han creado
lo que se llama "Nueva Cultura del Agua". Una movimiento que nace
en 1994, cuando Josep Borrell, entonces ministro de Obras
Públicas, lanzó su anteproyecto del Plan Hidrológico, y que
encabeza Pedro Arrojo, profesor de Análisis Económico y
recientemente Premio Goldman de Medio Ambiente.
Este movimiento es firme
opositor del PHN, y viene dando la batalla a la Administración
desde que se reactivó el Plan. El pasado viernes, sin ir más
lejos, presentaban un informe sobre la "Corrupción e
irregularidades en la Gestión del Agua en España", avalado por el
ex jefe de la fiscalía Anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo. La
presa de Yesa es el primer punto de dicho informe ya que varios ex
altos cargos del Ministerio de Medio Ambiente, entre los que
destacan Carlos Escartín (ex director general de obras
hidráulicas) y Tomás Sancho (ex presidente de la Confederación
Hidrográfica del Ebro), están inmersos en un proceso judicial
acusados de tráfico de influencias, cohecho y prevaricación en
relación a la adjudicación a la empresa ACS de las obras de
ampliación del embalse.
"El recrecimiento de Yesa es
un proyecto innecesario porque existen alternativas más razonables
para obtener agua si sólo se quiere regar Aragón, como modernizar
los sistemas de regadío (se sigue regando por inundación en lugar
de por aspersión o goteo) y mejorar las redes de abastecimiento
(donde se pierde un 40% del agua por escapes). Pero Yesa esconde
tres grandes negocios: el del hormigón, las hidroeléctricas y la
especulación con aguas públicas, al poder los potenciales usuarios
vender sus concesiones (derechos de uso)", dice Arrojo.
Desde la Administración
insisten en que ni una gota de agua de Yesa irá al trasvase y que
el 90% es para regadío, pese a que las hectáreas de regadío
proyectadas en el PHN superan, nada menos que en 104.000, las
proyectadas en el Plan Nacional de Regadíos, que prevé una
ampliación de 6.000 con horizonte 2008. De ahí la pregunta de ¿qué
se va regar con tanta agua?, o ¿es que el agua no es para regar?
El presidente de la CHE
reconoce que la presa será explotada por hidroeléctricas y que
dicha concesión saldrá a concurso público. Un concurso, según
Jiménez Villarejo, pervertido porque el negocio eléctrico está
sumamente concentrado en pocas empresas y siempre son las mismas
las adjudicatarias.
Mientras, el juicio contra
los ex altos cargos de Medio Ambiente en el Juzgado de Instrucción
19 de Madrid sigue su curso legal; las aguas del río Aragón, de
momento, siguen el suyo; las expropiaciones de las tierras de
Artieda siguen su curso administrativo. Y nichos nuevos, pagados
por la CHE, esperan a nuevos muertos en Sigüés y Mianos. Cuestión
de tiempo.
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