LARA COTERA. Yesa | Las aguas
de Yesa guardan, entre lodos y peces, las huellas de los que
alguna vez recorrieron la vía principal del Camino de Santiago en
Aragón.
El peregrino que sale de
Artieda tiene unas tres horas de viaje hasta Ruesta, el pueblo al
que el embalse le quitó la vida, y que hoy ofrece un albergue para
peregrinos gestionado por la CGT.
La marcha sigue el antiguo
Camino de Pamplona, y conserva los muretes de piedra de hace
siglos y parte del empedrado, que lucha contra la invasión de
zarzas y maleza. A su derecha, Yesa y, bajo el agua, el antiguo
puente de Tiermas y sus termas, que como ya decía el Códice
Calixtino -la primera guía que en el medievo se hizo sobre el
Camino- tenía "unos baños reales que fluyen calientes
constantemente", en los que el peregrino encontraba descanso.
Después, iría hacia Monreal. Ahora, los peregrinos deberían cruzar
el embalse para seguir con esta vía y, a pesar de todo,
encontrarían la senda, que se mantiene en su interior. Por eso, el
puente todavía surge como una aparición cuando baja el nivel del
agua.
Desde los años 80, la
alternativa es un camino medieval que llevaba hasta Sangüesa
pasando por Ruesta. Pero ahora esta vía, que tiene tramos
espectaculares, podría correr la misma suerte que el Camino viejo.
El problema de las cotas
El recrecimiento pone en
jaque este tramo, Patrimonio Mundial de la Humanidad, y los
peregrinos que lo atraviesen en estos meses podrían ser los
últimos que disfrutasen de él ... al menos sobre el nivel de las
aguas.
El problema no es nuevo
para los vecinos de Artieda, y no sólo por la pérdida patrimonial
que supondría la anegación del Camino, sino porque, en su caso,
quedarían inundadas las mejores tierras que tienen para el
cultivo.
En estos días se barajan
dos cotas de recrecimiento, una máxima (que supondría elevar Yesa
de los 489 metros actuales sobre el nivel del mar hasta 521) y una
intermedia (entre los 506 y los 510 metros).
Luis Solana, alcalde de
Artieda, no ceja en su lucha por evitar que siga adelante
cualquiera de las dos opciones: "La única forma de salvar el
Camino es no recrecer Yesa ni un centímetro más, porque la cota
media que proponen sigue inundando la ruta. Y ya no hablamos del
incalculable valor de la vía en sí, que además está protegida por
la UNESCO, sino de lo intangible que lleva consigo: la historia de
los que lo recorrieron, el paisaje, la tradición de estos
pueblos...".
El Camino de Pamplona
El tránsito de peregrinos
ha cambiado la vida de estos núcleos, que ahora reciben al
visitante con sencillez y calidez. El albergue, además, da otro
puesto de trabajo para Artieda y lo ayuda a mantener, al menos, su
población, que se ha visto diezmada en los últimos años.
Para los lugareños de esta
zona, Yesa duele. Duele por el daño que le puede hacer a sus
tierras, por la posibilidad de que la ruta jacobea vuelva a
anegarse y por la despoblación que trajo consigo. "Aún recuerdo
que, a principios de los años 60, cuando yo era un chaval, fuimos
a despedir a los últimos vecinos de Ruesta. Y después de pasar
aquello, nos parece increíble que quieran recrecerlo de nuevo",
dice Miguel, vecino de Artieda.
Por otra parte, pesan las
necesidades para usos agropecuarios, urbanos e industriales, las
que apuntan al recrecimiento. "Creemos que las demandas de Aragón
pueden ser atendidas con el actual embalse, siempre que se nos
ayude", asegura, sin embargo, Luis Solana, alcalde de Artieda.
Según los primeros
estudios, si se aumentase el nivel del pantano hasta los 521
metros, no sólo se perdería prácticamente en su totalidad el
antiguo Camino de Pamplona, sino que se inundarían dos ermitas que
tuvieron un papel fundamental para la senda jacobea desde el
medievo: la de San Juan (a la entrada de Ruesta) y la de Santiago
(a la salida) enmarcada en uno de los tramos más valiosos de todo
el Camino aragonés.
Y esto sólo en el ramal sur
de Yesa, porque, al otro lado, las afecciones podrían ser de entre
12 y 15 kilómetros y todo el Camino en esta parte quedaría
desarticulado, dejando bajo las aguas Sigüés y destruyendo
innumerables yacimientos arqueológicos.
Un siglo puede cambiar la
historia de los veinte que le precedieron. Los peregrinos elegían
las sendas más sencillas y asequibles para recorrer los cientos o
incluso miles de kilómetros que los distanciaban de los restos de
Santiago.
Y los pueblos vertebraban,
con sus hospitales, sus termas, sus iglesias y sus refugios, cada
camino, y le daban un sentido.
Localidades aragonesas como
Arrés, Artieda o Ruesta, entre otras, intentan seguir conservando
la identidad con la que nacieron, fuertemente vinculada a la ruta
jacobea, hoy Patrimonio de la Humanidad, tras la declaración
honorífica de la UNESCO. Pero, para algunos de ellos el desenlace
de esta lucha se mide en hectómetros cúbicos. En el oro del siglo
XXI: el agua.
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LARA COTERA. Zaragoza | La
etapa que une Artieda y Ruesta es relativamente corta (10
kilómetros) pero conserva algunos de los parajes más bellos de
todo el Camino aragonés. El peregrino recorre el camino que
durante siglos fue utilizado para llegar a Pamplona y que conserva
los muretes y parte de empedrado original. Sin embargo, unos
metros del mismo son intransitables debido a las zarzas. El resto
del tramo no pierde su encanto, pero árboles caídos y ramas sin
podar dificultan el paso. Luis Solana, alcalde de Artieda,
denuncia el abandono de la etapa: "No ha habido voluntad
gubernamental para acondicionarlo. Todo se ha hecho con ayudas
personales y lo que hace falta es un plan director. Tan sólo con
una brigada de limpieza y conservación encargada de cuidarlo daría
un cambio muy grande para mejorar el paso".
Superado ya prácticamente
este tramo, las sorpresas no abandonan al caminante. Una magnífica
ermita, a pocos metros de Ruesta, aparece ante sus ojos. Es la
iglesia de San Juan, que hasta hace dos años estuvo prácticamente
entera. Sin embargo, cuando se emprendieron las labores para
rehabilitarla, algunas de sus partes fueron desmontadas y nunca
volvieron. Para protegerla se encargó una cubierta que también ha
sido objeto de polémica, ya que no respeta el estilo de la
edificación ni el entorno. Esta ermita quedaría bajo las aguas
tanto si se aplicase la cota máxima como la intermedia, al igual
que la mayoría del Camino que conduce hasta ella.
Además, y pasado Ruesta, la
ermita de Santiago evoca al peregrino el esplendor que alguna vez
tuvo la senda que hoy recorre con la mochila a cuestas. Este
templo era un priorato que perteneció a la abadía francesa de la
Gran Selva y en su interior había una alberguería para los que
iban rumbo a Santiago. Además, se sospecha que pudo estar rodeada
de otros edificios relacionados con este fin. Si se decidiese
recrecer el pantano de Yesa hasta los 521 metros, la ermita se
vería afectada, y debería ser desmontada pieza a pieza y
trasladada a otro lugar. Si el crecimiento se elevase hasta los
506 ó 510 metros, su estructura no quedaría anegada, pero sí el
puente que conduce hasta ella, por lo que la senda quedaría
desarticulada.
El Gobierno ha anunciado
que las inversiones en las ermitas, las construcciones y la propia
vía que conduce hasta ella son prioritarios, algo que en Artieda y
Ruesta consideran imprescindible.
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LARA COTERA. Canal de Berdún |
Son las tres de la tarde en una de las calles de Artieda y después
de los 20 kilómetros de la tercera etapa de la ruta jacobea
aragonesa (Arrés-Artieda) el peregrino se mide, como nunca hasta
este tramo, con el Aragón de la Canal de Berdún: el despoblado, el
castigado y también el que aún resiste, tal vez por el empuje de
sus gentes.
"Así no os vais a quedar,
con el estómago vacío, para un bocadillo siempre hay", dice Pepe,
que así se llama el vecino que se encuentra con los caminantes. Y
sin pensarlo se los lleva a casa, dejando atrás calles y balcones
llenos de pancartas contra el recrecimiento de Yesa, una medida
que podría afectar de manera crucial a este pueblo y a Ruesta, la
siguiente etapa del viaje.
Artieda y los núcleos de
este tramo, muchos de ellos despoblados, viven con el temor al
recrecimiento metido en el cuerpo, pero el extranjero sólo
encuentra en estas gentes, acostumbradas al tránsito de
peregrinos, calor y hospitalidad.
La soledad de la ruta
aragonesa entre Arrés y Artieda se convierte en un descanso para
el caminante, que en esta zona dejará de lado la carretera, pero
también en una constante que puede pesar debido a la dispersión de
los pocos pueblos que están en la vía.
El primer tramo, hasta
Martes (9,5 km), recuerda al de un desierto de campos y parajes
llanos en los que el peregrino avanza como un beduino que busca
los pueblos dispersos como pequeños oasis en los que reponer
fuerzas. La segunda parte, hasta Mianos, padece, además, la falta
de mantenimiento y de señalización oficial.
María Isabel Arcas, vecina
de este pueblo, lleva muchos años viendo pasar a los peregrinos
por el camino: "Tendrían que invertir más en la ruta. El
itinerario que ahora es oficial no es el auténtico. El antiguo
Camino Real de Navarra pasaba por ahí –y señala una vía paralela a
la que actualmente siguen los que se dirigen a Santiago-, pero no
la cuidaron y ahora está olvidada y medio enterrada".
María Isabel va de camino a
la fuente de San Martín, que está poco antes de la entrada a
Mianos. "Ésta es otra. Ya sé que la DGA va a mejorar la
señalización pero, por ejemplo, no hay ninguna indicación en la
fuente, y los peregrinos, que vienen de un camino largo, pasan de
largo. Menos mal que dentro de las mejoras parece que está la
reforma de la iglesia".
Además, y aunque la
dejadez, la despoblación y la dispersión atacan de frente a la
Canal de Berdún, paradójicamente ha sido la concentración
parcelaria la que ha afectado al trazado original del Camino de
Santiago, también en esta zona y, en concreto, en núcleos como
Martes.
Este problema, sin embargo,
se queda pequeño ante el que preocupa a los amantes e
historiadores del Camino entre Artieda y Ruesta: el de cómo podría
afectar el recrecimiento de Yesa al trazado de la senda. Parte de
la misma está bajo las aguas desde que en 1956 se hiciera el
pantano.
Por suerte, en la década de
los años ochenta se encontró una vía medieval auténtica –la que
antiguamente llevaba a Puente La Reina por Sangüesa- que es la que
los peregrinos atraviesan en los últimos años.
El pulso entre la historia
y las obras que traen consigo los nuevos tiempos cobra tintes
dramáticos en este caso.
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