21/02/2007 JOSÉ LUIS
Trasobares
Cada vez que algún organismo o entidad de naturaleza
pública, semipública o privada anuncia alguna intervención
de gran envergadura en el Pirineo me echo a temblar. No me
fío de los proyectos técnicos ni de las explicaciones
políticas ni mucho menos de los estudios de impacto
medioambiental. Y no me fío porque toda esta parafernalia
administrativa destinada a legalizar infraestructuras,
embalses, urbanizaciones, pistas de esquí e incluso canteras
está subordinada desde ya muchos años a la histeria
desarrollista y a los intereses concretos de las empresas y
grupos que han encontrado en la gran cordillera una mina
donde los recursos naturales pueden ser consumidos y/o
destruidos gratis total. El descrédito de los poderes
públicos respecto de tal cuestión es evidente para quienes
siguen el tema aunque sea de lejos, aunque resulte
irrelevante para un gran público al que se ha educado
precisamente para consumir naturaleza como quien come
palomitas durante una película de aventuras.
Por eso la ladera que se desliza sobre el pantano de Yesa no
me ha sorprendido. El Alto Aragón está lleno de laderas
inestables, que ha sido preciso amarrar como se ha podido a
fin de que no siguieran corriéndose (con perdón) sobre
viviendas, carreteras, explanadas, pantanos o aparcamientos
al aire libre. Las desgraciadas obras en Espelunciecha para
ampliar la estación de Formigal también desvelaron una
ladera inestable, como ahora los trabajos para iniciar la
ampliación de Yesa han ido tumbando un buen pedazo de
piedras y tierra al interior del vaso del embalse. Dicen los
que entienden de esto que no hay peligro inminente pero que
la actual situación del embalse es delicada, por llamarlo de
alguna manera. El problema radica en que sobre esa ladera
movediza se ha de asentar el estribo de la nueva presa que
cerrará el recrecimiento del pantano.
Y mientras esto ocurre, dos interrogantes se ciernen sobre
el discutido proyecto para ampliar Yesa. El primero se
refiere a si, a la vista de la situación, Medio Ambiente
decidirá, o no, exigir un nuevo estudio del impacto
medioambiental. El segundo vuelca la incógnita sobre qué
habrá decidido el Supremo respecto a varios cargos públicos
que fueron acusados en su día de manipular (o así) el
antecitado proyecto, cuestionado hoy por este inoportuno
corrimiento... de tierras.
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