Era el año 1999 de la era
acuática de Aznar, cuando María Campo se convirtió
involuntariamente en un personaje popular, en una especie de
hada con gayata en vez de varita que, ante el atropello de
uniformes armados sufrido en el querido pueblo de
Santaliestra, puso en fuga a los ínclitos miembros de
botas-tanque y “cállese usté” y, además, lo hizo con poco
más que la bravura y la rasmia que dan la convicción de la
razón y la urgencia del basta ya.
María Campo, la que a
raíz de aquel episodio agustinesco fuera apodada
súper-abuela, nos ha dejado. ¡La recuerdo tan vital, tan
bien plantada en manifestaciones en Bruselas, en Barcelona,
donde fuera, transmitiendo a su nieto la semilla de la
dignidad...!. Ahora podrá repetir a su marido aquel
“Mariano, vamos ganando” que le decía mirando al cielo,
conforme se sucedían las sentencias contra el proyecto del
pantano de Santaliestra. Ahora María, ya instalada en esa
barca de Caronte que surcará el Ésera, podrá navegar cuando
quiera junto a las orillas por las que tantas veces habrá
paseado y lo hará con la suprema tranquilidad de no toparse
con ningún fantasma de hormigón.
Adiós María. Descansa
en paz, mujer. Tu feliz pecado de rebeldía sigue entre
nosotros. Hoy estamos tristes por tu marcha, pero el dolor
no nos paraliza en la defensa de otros ríos.
María, vamos ganando.
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