Me ha llegado a través de
"nomaspananos" un comentario de El Periódico de Aragón en
relación con la noticia adelantada del anuncio por parte del
Ministerio de Medio Ambiente de que, al fin, se han allanado
los últimos escollos para dar la luz verde definitiva al
proyecto de recrecimiento de la presa de Yesa, con
independencia de lo que puedan decir los jueces en las
causas abiertas. En este estado de derecho en el que
vivimos, las reglas legales del juego, son en demasiadas
ocasiones pura menudencia. Quienes prescinden de lo que en
su momento puedan decir los jueces, son conscientes de que
jamás serán capaces de detener una obra que haya sido
declarada de "interés general". No vamos a entrar en la
falta de legitimidad moral y la frivolidad con la que el
poder político declara una actuación de interés general.
No me acabo de aclarar
quién es el autor de la noticia a la que me refiero; si se
trata de una opinión de El Periódico, del comentarista que
escribe la noticia, o de una simple trascripción de frases
salidas del Sr. Director General del Agua del MIMAM o del
comunicado oficial al respecto. Es igual.
Sin entrar en el
contenido triunfalista de la noticia, que sólo prevé grandes
parabienes para la obra, quiero señalar dos cosas. La
primera es que en ese 20% de miembros de la Comisión del
Agua del Gobierno de Aragón al que se refiere la noticia de
El Periódico, que mostró en su día la disconformidad con la
obra, frente a una abrumadora mayoría del 80% a favor, no
están sólo los afectados y ecologistas, como se especifica,
sino también el 100% de los representantes de la Universidad
en esa Comisión. ¡Pequeño detalle que nunca ha querido ser
matizado a la sociedad! Y es que el saber académico –el de
la gente que estudia los problemas desde perspectivas más
globales y con más información, que recogen la experiencia
de aquí y allá en ese tipo de intervenciones–, sólo interesa
si da la razón al que gobierna; es decir, a los poderes
fácticos, a quienes detentan el modelo de lo políticamente
correcto
Una vez más, se ha
ninguneado a la Universidad en este conflicto con clara
intención, pese a mis quejas personales expresadas en varias
ocasiones y en otras tantas explicaciones de voto. Omitir la
opinión de los representantes de la universidad es robar a
los ciudadanos un derecho a la información aséptica. ¡Y
luego nos hablan de la milonga de la participación!
Es probable que a un sector significativo de la sociedad le
interese bastante más la opinión de la universidad que la de
cualquier representante político o beneficiario legos en los
saberes debatidos, que votan por disciplina o por intereses
organizados, o la del propio promotor del proyecto, que es
justamente lo que está en cuestionamiento. Creo yo.
La segunda cuestión se
refiere al coste final de la obra y, por tanto, del metro
cúbico de agua servido. Es evidente, a estas alturas, que el
proyecto técnico de recrecimiento de la presa de Yesa –como
casi siempre ha venido ocurriendo en estos casos–, es una
chapuza más. Un proyecto medianamente serio no puede
encontrarse con tanto problema "previsible" como los que se
está encontrando esta obra, que van a incrementar su coste
final hasta niveles insospechados. ¿Quién va a pagar ese
coste adicional del metro cúbico de agua? ¿Alguna vez
alguien hará las cuentas? Los "irresponsables" por supuesto
que no, porque el sistema está montado para que así sea.
Somos los ciudadanos,
como siempre, quienes vamos a pagar las torpezas y el
capricho de una forma chapucera e interesada de actuar
-democrática, eso sí-, apenas conectada con lo que podríamos
definir como el interés general. No las vamos a pagar de
forma explícita, con un impuesto especial, sino de forma
implícita e indirecta, a costa de la detracción de otras
posibles prestaciones sociales sin duda más perentorias. Y
es que el agua y las políticas del agua han sido siempre una
suma de intereses organizados, incluido el chalaneo
político, con Franco y sin Franco. Bajo formas diferentes,
el autoritarismo hidrológico sigue en vigor; disfruta de
buena lozanía, con Narbona y sin Narbona.
En fin, que seguimos en
la vieja política hidráulica, teñida ahora de hermosas y
vacías palabras como "participación", "democracia",
"respeto al medio ambiente", "interés general"... ¡Cuán
lejos estamos todavía del bien hacer hidrológico y
medioambiental!
¿Alguien piensa en el
devenir del río Aragón, que debiendo estar ya hace años en
la UVI sigue en el punto de mira de proyectos fluviocidas
como el de Yesa e Itoiz? ¿Alguien piensa en los valores
patrimoniales de naturaleza e historia en juego? ¿Alguien
piensa en la vergüenza de convertir el escenario de la
historia más antigua de Aragón en un nuevo y extenso
barrizal?
¿Alguien piensa en el dolor moral que causa esa obra los
afectados, o en los derechos de las minorías? Estamos
llamando progreso hidrológico a lo que no es sino darle
fuego a todo. Hemos perdido el respeto, como dice Bebe en su
canción "La Tierra está malita". Y sin respeto no hay nada
que hacer. En Aras del progreso seguimos avanzando por el
camino del vandalismo,... ¡con perdón de los
vándalos! Nadie habla de los costes internos ni del saqueo
que representan con frecuencia este tipo de obras. Sigamos
sembrado vientos.... Sigamos confundiendo el futuro con el
saqueo.
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