La Comisaria europea de Medio Ambiente, Margot
Wallstrom, declaró recientemente que “el
ejecutivo comunitario continuaba enfrascado en el
análisis técnico del Plan Hidrológico Nacional
(PHN) aunque se planteaba tomar una decisión política
antes de finales de año (2002)”, según
recogía un diario aragonés en su edición del día
4 de diciembre de 20021.
Sin embargo, el Director General de Política
Regional, Guy Crauser, aseguraba nueve días después2 que obras como el desvío hídrico
de 1.050 hectómetros cúbicos anuales desde el
Ebro hacia cuencas como las del Júcar y el Segura
“requieren obligatoriamente de una evaluación
de impacto en su conjunto con el fin de
evitar
su fragmentación, que haría imposible su análisis
completo”.
Guy Crauser aseguró que hasta esa fecha el
Gobierno español “todavía no ha enviado
solicitud alguna para ningún proyecto
perteneciente al PHN” y que
“si recibimos demandas éstas deberán
ir acompañadas de la documentación adecuada y,
si es seria, dispondrá de todos los elementos de
juicio para su análisis”, insistió. La
decisión que adopte el ejecutivo europeo marcará
un hito de gran trascendencia para el desarrollo
futuro de las obras hidráulicas en España,
puesto que alrededor del setenta y cinco por
ciento de los tres billones de las antiguas
pesetas que contempla el presupuesto del PHN deberá
ser financiado con fondos europeos. Fuentes
comunitarias señalaron, según el mismo diario
aragonés1,
que “el Ministerio español de Medio Ambiente
se ha comprometido a enviar un informe sobre el
PHN, encargado a científicos estadounidenses, que
ya está prácticamente acabado”.
La
noticia de que el Ministerio español haya
encargado informes a científicos americanos no sólo
me llamó muchísimo la atención, sino que me
provocó una gran indignación. Hace ya más de
dos años, durante la etapa de anteproyecto del
PHN, el Gobierno español encargó dictámenes técnicos
a casi un centenar de científicos españoles
fundamentalmente del ámbito universitario. Dichos
dictámenes resultaron ser en su inmensa mayoría
fuertemente críticos con el PHN. De una manera
vergonzosa, el Gobierno se negó a publicar los
dictámenes sin ponerlos a disposición del
Parlamento y del Consejo Nacional del Agua. Cabe
resaltar, por otra parte, que los cinco científicos
nombrados por el propio Gobierno para formar parte
del Consejo Nacional del Agua emitieron en su día
un voto unánime igualmente crítico con el PHN.
Todo esto fue puesto de manifiesto por la
comunidad científica española en una carta
remitida al Parlamento Europeo el siete de
noviembre del año 2001.
La
opinión pública tanto española como europea muy
probablemente percibirá que el conocimiento científico
estadounidense es muy superior al español, lo
cual es sin duda cierto. Sin embargo, esta
superioridad científica y tecnológica en cuanto
a medios y por lo tanto a producción de
conocimiento, no significa que sus científicos
tengan mayor o menor competencia profesional o
credibilidad. Un buen ejemplo de esto lo
encontramos en la investigación médica y bioquímica
donde existen científicos españoles reconocidos
como líderes mundiales en sus respectivas
materias. Pero en el caso de la investigación
hidrológica existen países como Israel, Francia,
Italia y España, entre otros, que por sus
características hidrológicas y climáticas han
desarrollado una “tradición científico-técnica”
fruto del interés social que el tema despierta en
la población. Por poner un ejemplo, la Asociación
Internacional de Hidrogeólogos, organización
profesional creada en 1956 que cuenta con 3500
socios de 135 países, tiene más afiliados españoles
que de ningún otro país del mundo, y en la
actualidad su presidencia está ocupada por un
español. No se trata de hacer patriotismo científico
barato sino, más bien al contrario, de evitar
caer en un papanatismo infantil y provinciano que
recuerda por momentos alguna escena patética de
la fabulosa película de Berlanga “Bienvenido
Mister Marshall”. Un buen número de los científicos
españoles que remitieron sus informes al
ministerio han sido formados en las mejores
universidades americanas, y algunos de ellos han
sido profesores e investigadores en los más
prestigiosos centros de todo el mundo.
Todo
esto enlaza con otro aspecto a mi entender mucho más
importante que tiene que ver no sólo con el
conocimiento teórico de una materia en concreto,
en este caso con la hidrología en todas sus
facetas, sino con la casuística y las
particularidades del problema en cuestión. Los
científicos americanos, suponiendo que hayan sido
elegidos sin sesgos malintencionados (lo cual
parece desde luego mucho suponer a tenor del
vergonzoso trato dado al trabajo realizado por los
científicos españoles), elaborarán un informe
en base al documento del PHN preparado por el
propio ministerio, documento sin duda extenso y
plagado de detalles técnicos. Sin embargo, es
posible que dichos científicos foráneos
desconozcan “pequeños detalles” que no
aparecen en el PHN pero que, por el contrario, los
científicos españoles dominan a la perfección,
puesto que en muchas ocasiones se trata del fruto
de sus propias investigaciones a las que han
dedicado toda su vida profesional. Me refiero a
que a los científicos americanos quizá se les
escape que en España ya se tienen experiencias de
trasvases, como el del Tajo – Segura, y que la
situación actual de los acuíferos de la cuenca
receptora es sensiblemente peor (en cantidad y en
calidad) que antes del trasvase.
Quizá
también se les escape el dato de que España fue
azotada por un periodo de sequía durante la
primera mitad de la década de los noventa que
alcanzó su máximo dramatismo en el año noventa
y cinco, con restricciones generalizadas en el
abastecimiento de numerosas ciudades y pueblos.
Justo ese mismo año las plantaciones de cítricos
aumentaron un doce por ciento en la Comunidad
Valenciana3,
al amparo del bombeo irresponsable de sus aguas
subterráneas que potenció aun más los efectos
nocivos de una situación hídricamente
insostenible desde su inicio. Quizá tampoco se
den cuenta de que, como indica el profesor Llamas,
el premio a los depredadores de acuíferos,
personalizados en las administraciones insensatas
que permitieron la depredación, será llevarles
el Ebro, eso sí, pagado por todos los españoles,
o mejor dicho, por todos los europeos. También es
posible que a los científicos americanos no les
haya sido remitido el informe del profesor Samper4,
en el que se indica que según datos de la propia
Junta de Andalucía existen varios cientos de
miles de hectáreas de regadíos ilegales en
olivares andaluces.
Parece
igualmente probable que los científicos
americanos desconozcan los datos acerca de las
eficiencias que presentan los sistemas de riego
que se usan en España, y que los cálculos
realizados por el profesor Sahuquillo5
(de la Universidad Politécnica de Valencia y
también consultado en su día por el ministerio)
indican que sus paisanos podrían disponer de más
agua que la que se prevé trasvasar si se
adoptasen, entre otras cosas, las medidas
necesarias para mejorar dichas eficiencias. Por
supuesto, el documento del PHN tampoco recoge el
“insignificante dato” de que las
administraciones hidráulicas españolas no tienen
ni la menor idea acerca de cuanta agua subterránea
se bombea en España, como reconoció el
presidente de la Confederación Hidrográfica del
Segura en su comparecencia ante la Comisión de
Medio Ambiente del Congreso. En el caso de saber
este dato, quizá a los científicos americanos
les comenzasen a asaltar las dudas sobre la
fiabilidad de las demandas hídricas que se
exponen en el documento del PHN; “si no saben
cuanta agua sacan de los acuíferos, ¿cómo
pueden saber cuanta agua les hace falta para
solucionar sus problemas?” podríamos imaginar
que se preguntarían con el característico acento
anglosajón. No se trata de hacer una exposición
acerca de los motivos técnicos por los que se
cuestiona el PHN, puesto que están ya escritos
(en casi quinientas páginas) y se pueden
encontrar en los informes de los científicos españoles
que ellos mismos se han molestado en recopilar y
publicar, bajo la esmerada coordinación del
profesor Arrojo6.
Lo que se pretende es poner de manifiesto la
posibilidad de una manipulación científica
simplemente sesgando la información disponible, y
de nuevo sin entrar en el tema de quién y cómo
ha seleccionado a los científicos americanos.
Esta
manipulación científico-técnica del Gobierno se
debe a que la comunidad científica española pone
de manifiesto en sus informes el hecho de que el
PHN está construido sobre la gran mentira
de que en España falta agua. Este engaño
de la sed en España está además
extendido entre la opinión pública española,
pues cada verano se repiten machaconamente por
televisión las imágenes de los embalses casi vacíos
y los cortes de agua en numerosas ciudades y
pueblos, con las declaraciones de los vecinos
indignados que expresan su enfado y malestar. Ya
con la opinión pública suficientemente trabajada
llega el Gobierno salvador y mesiánico para
“dar de beber al sediento”. Además, se da la
curiosa circunstancia de que las zonas sedientas,
que el Gobierno salvará inaugurando obras faraónicas,
coinciden con áreas muy pobladas, es decir, con
muchos votantes. Sin embargo, uno se pregunta que
cómo es posible el hecho de que haya pueblos y
ciudades sin suministro, cuando el agua urbana
representa menos del 20% del consumo total en España.
¿Se corta el agua en las ciudades mientras se
continua regando en los campos?. Pues así es
aunque parezca mentira. La sensación de sed en
España se genera conscientemente de una forma tan
premeditada como innecesaria, pues constituye la
herramienta de la clase política para justificar
las "grandes obras de interés general".
La
situación de insostenibilidad hídrica española
es una constante desde principios del siglo XX, lo
cual ha justificado haber construido más de 1000
grandes embalses, la mayoría de ellos durante la
dictadura franquista. Sin embargo, a pesar de que
España es el país del mundo con un mayor número
de grandes presas por millón de habitantes, la
situación siempre es la misma, es decir, siempre
falta agua y nunca se soluciona el problema. El
PHN sigue en la misma línea y proyecta la
construcción de más de 100 nuevas presas. De
hecho, esta espiral de insostenibilidad se
autoalimenta puesto que con el anuncio de nuevas
obras aumentan las expectativas, de manera que
crecen los regadíos, las urbanizaciones y los
campos de golf. La ejecución de las nuevas obras
hidráulicas lleva su tiempo; mientras tanto se
profundizan los pozos y se “sobrevive”
depredando los acuíferos. Cuando se terminan las
nuevas obras, las demandas que se cubren siempre
son menores que las expectativas generadas y por
lo tanto se vuelven a dar las circunstancias
propicias para alimentar la presión social que
finalmente consigue el anuncio de
nuevas obras hidráulicas. Toda esta
ingente cantidad de obras hidráulicas de muy
elevado coste, contrasta muchísimo con otros
datos. Por una parte, España es el país de
Europa con el agua más barata y, no hace falta
ser un experto en economía para saber que a
precio reducido la demanda aumenta. De hecho, en
España el precio del agua de riego (el ochenta
por ciento del total) es prácticamente gratis con
lo cual la demanda tiende a infinito. Por otro
lado, España es uno de los países del mundo con
menor eficiencia (mayores pérdidas) en sus redes
de distribución, tanto urbanas como agrícolas.
Como anécdota citaré que durante la ya comentada
sequía de los años noventa, la ciudad de Cádiz
tuvo serios problemas de abastecimiento con cortes
del suministro muy prolongados. Las autoridades
decidieron llevar barcos cisterna, e incluso fue
necesario ampliar el puerto para alojar a todos
los buques cargados con agua. El dato curioso es
que sólo el agua de uno de cada dos buques
cisterna llegó a los gaditanos, puesto que las pérdidas
de la red de distribución de dicha ciudad son del
cincuenta por ciento. Dicho periodo de sequía
remitió hace ya siete años y, sin embargo, nada
se ha hecho hasta el momento para acondicionar y
mejorar la eficiencia de la red de distribución
de la ciudad. En el mismo sentido cabe destacar
que, según estimaciones fiables3,
la cantidad de agua que se pierde en la distribución
de los regadíos españoles es de unos diez mil
hectómetros cúbicos al año, lo cual quiere
decir que en dichos regadíos se derrocha diez
veces más agua que la cantidad prevista para el
polémico trasvase del Ebro que, entre otras
cosas, condena a muerte a las tierras del Delta y
el Pirineo y convierte en desplazados a sus
habitantes.
La
clase política española, sea del color que sea,
conoce bien estos datos. De hecho, el actual PHN
“popular” y el anterior PHN “socialista”
no son muy diferentes, pudiéndose afirmar que su
espíritu es el mismo: El espíritu de la
obra hidráulica y del hormigón. Doña
Isabel Tocino declaraba, cuando su partido estaba
en la oposición, que “si se utilizaran las
aguas subterráneas, el reciclado y la
desalinización; es muy probable que quede
abandonado este anticuado concepto de que sólo
con trasvases se puede traer agua”. Tenía
razón doña Isabel y, además, estaba bien
asesorada. Esas palabras las reconozco bien pues
se las he escuchado en múltiples ocasiones al
profesor Ramón Llamas, uno de los mayores
expertos mundiales en hidrología, y que tengo la
suerte de conocer desde que me dio clase. Es
realmente paradójico ver cómo hoy en día la
oposición socialista utiliza los mismos sabios
argumentos que rechazaba hace sólo unos años el
Ministro Borrell, y como el Ministro Matas se
comporta de forma análoga a su antecesor
socialista. Durante una sesión parlamentaria en
el año noventa y cinco, la hoy Comisaria Europea
de Transportes y Energía, doña Loyola de Palacio
del Valle-Lersundi, le decía lo siguiente al
Ministro Borrell: “En torno al felipismo se
ha montado un auténtico sistema de rapiña. Si se
habla de comisiones es porque existen”7.
Muy probablemente la señora Comisaria tenía razón
aunque, me temo que dichas rapiñas, comisiones,
favores prevaricadores y connivencias con las
grandes constructoras no hayan perdido vigencia y
sigan constituyendo hoy en día el motor principal
que impulsa al PHN. En otras palabras, me da la
impresión de que aquí están las verdaderas
razones a las que se refería el Ministro Arias Cañete
cuando decía que “el PHN se va a aprobar por
huevos”.
El
PHN ha provocado en España un gran debate social
a todos los niveles y desde muchos años atrás,
pudiéndose afirmar que en muy pocos aspectos de
entre todos los que preocupan a los españoles se
percibe un acuerdo tan unánime dentro del
espectro político como el existente acerca de la necesidad de un Plan Hidrológico
Nacional. Sin embargo, las manifestaciones públicas
de rechazo al PHN aprobado por el Gobierno español
han sido numerosas y multitudinarias. Dichas
manifestaciones han estado fundamentalmente
canalizadas a través de organizaciones y
colectivos de carácter cívico, político,
sindical o ecologista, y personalizadas por los
habitantes de todo el Valle del Ebro en general
aunque de Aragón en particular. Estas
manifestaciones son el fruto de sentimientos sin
duda muy delicados y complejos, que abarcan toda
la gama existente desde los valores culturales e
incluso religiosos más ancestrales hasta las
recientes conciencias sobre la protección de los
ecosistemas, pasando por reivindicaciones históricas
y afrentas del pasado. Las ya citadas
manifestaciones desafortunadas e irresponsables
del Ministro Arias Cañete despertaron aun más si
cabe todos esos sentimientos tan complejos. Sin
embargo, el debate y la opinión científico-técnica
nada tiene que ver con dichos sentimientos, sino
todo lo contrario. Cualquiera que conozca los
foros y canales científico-técnicos habituales
sabe que en ellos se trabaja sobre datos
objetivos, fórmulas probadas, hechos
contrastados, razonamientos, cualquier cosa menos
sentimientos. Tal y como he expuesto
anteriormente, la opinión científica
independiente en España fue secuestrada en su día
por el Ministerio español de Medio Ambiente, en
un ejercicio de censura impropio de un estado
democrático de derecho. Recientemente acabamos de
vivir en España otro caso de desprecio y ninguneo
de la comunidad científica por parte del Gobierno
español. Me refiero a la catástrofe del buque
Prestige provocada, o al menos muy magnificada,
por una serie de decisiones negligentes que las
autoridades adoptaron a espaldas de los expertos
de los organismos públicos españoles.
Las
autoridades europeas de medio ambiente deberían
solicitar la remisión de los informes realizados
por los científicos españoles para que fuesen
analizados conjuntamente con toda la documentación
que remita el Ministerio español. Estos informes
constituyen, en si mismos, una herramienta técnica
imprescindible (con garantía de objetividad y
transparencia) en la que apoyarse a la hora de
adoptar una decisión sobre la financiación del
PHN, que sin duda será de la máxima
trascendencia tanto por el elevadísimo montante
económico al que asciende como por el impacto
medioambiental negativo e irreversible que
provocará en muchas zonas de España.
Jorge
Molinero Huguet
Geólogo,
Diplomado
en Hidrología Subterránea, Doctor
Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
Profesor
Asociado de Ingeniería del Terreno
Escuela
de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos
Universidad
de A Coruña
REFERENCIAS
1El
Heraldo de Aragón, 4 de diciembre de 2002.
2Diario
Levante, 13 de diciembre de 2002.
3Plan
Hidrológico Nacional: análisis y propuestas por un uso
racional del agua. Ecologistas en Acción, Región
Murciana. 28 páginas. 2000
4Samper,
J. (2001) “Porqué es reprobable el PHN”. En: El
Plan Hidrológico Nacional a Debate. Editorial Bakeaz. Páginas
465-469
5Sahuquillo,
A. (2001) “Crítica a la justificación del trasvase
Ebro Júcar Segura”. En: El Plan Hidrológico Nacional
a Debate. Editorial Bakeaz. Páginas 453-465
6El
Plan Hidrológico Nacional a Debate. Pedro Arrojo
(coordinador). Editorial Editorial Bakeaz. 487 páginas.
2001.
7El
Saqueo del Agua en España. Josep C. Vergés. Ediciones
de La Tempestad. Barcelona. 172 páginas. 2002.
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