OPINIÓN |
El
Periódico de Aragón, jueves 26 de octubre de 2000
No
sabe llover
Josep Pernau. Periodista
Tiene razón el cantante
Raimon.
En este país, que es el suyo, no sabe llover. Vamos de un extremo
a otro y a los periodos de sequía suceden inevitablemente las inundaciones.
La causa quizá haya que buscarla en haber sido tan devotos. Nuestros
abuelos montaban novenas y sacaban algún santo milagrero en procesión
para implorar del Cielo los beneficios de la lluvia, y eran tantos los
ruegos piadosos que llegaban al Altísimo que sobre este rincón
del mundo descargaba una versión atenuada del diluvio universal.
Ahora nos hemos vuelto más descreídos. Pero la naturaleza
se ha acostumbrado a ir de un extremo a otro y será difícil
imponer en el régimen pluviométrico un poco de racionalidad.
Si la lluvia es competencia de los gobiernos, según el decir popular
de los italianos --Piove. Porco Governo! --, a los gobernantes tendremos
que exigirles que enseñen a la naturaleza a llover con orden y mesura.
Igual que hay un ministerio encargado de reparar los desastres de las riadas
e inundaciones, debería crearse un departamento de Chubascos y Chaparrones,
que tuviera como primera misión la de domesticar a la naturaleza
desmandada, enseñándole a llover con método y regularidad,
tal como ocurre, por ejemplo, en Alemania. Uno siempre ha tenido siempre
cierta envidia de los países en los que el desbordamiento de un
río es un hecho excepcional. Son países ricos en los que
no falta el agua, pero tampoco sobra. Enseñemos a la naturaleza
a llover equitativamente a lo largo de todo el año y por toda la
superficie del país. El paisaje ahora reseco se teñirá
de verde y esto parecerá Suiza. Se habrán acabado los incendios
forestales, pero lo más importante es que habrá agua para
todos, y, sin necesidad de un Plan Hidrológico y de trasvases, aquí
viviremos todos en paz y armonía.
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