La
Vanguardia, 6-I-2003
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La
gran guerra del siglo XXI será por el
agua
Ricardo
Petrella
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INMA
SANCHÍS
-¿El
agua es algo más que H2O?
–Sí, es la historia del derecho, de la
libertad, del odio, de las guerras... Y
hoy el agua es sobre todo un escándalo.
–¿Por qué?
–1.400 millones de personas no tienen
acceso al agua y vivimos en una sociedad
que considera que eso es natural.
–No sea cínico.
–No lo soy, es la realidad. En la cumbre
de Johannesburgo los dirigentes de 189 países
no han reconocido el agua como un derecho
humano, sino como una necesidad vital.
–¿Y qué diferencia hay?
–¡Enorme!: derecho implica que la
colectividad debe crear las condiciones
para que todo el mundo pueda acceder al
agua. En cambio, las necesidades cambian,
unos necesitan agua para vivir, otros para
su campo de golf, que por cierto es el más
costoso y abusivo uso del agua en el
mundo.
–Entonces, el agua es un bien comercial.
–Exacto, que la tengas o no depende de
tu habilidad a la hora de comprar y
vender.
–Escandaloso, estoy de acuerdo.
–Un desierto rico siempre tiene agua.
Pero en el país más rico en agua,
Brasil, 80 millones de personas no tienen
acceso al agua. La principal causa de
falta de agua es la pobreza, no es que
Dios no envíe nubes.
–Entiendo.
–Según el Programa para el Desarrollo
de la ONU, 15 millones de seres humanos
mueren cada año por falta de agua. Si no
se hace nada para invertir la tendencia
actual, en el 2025 más de 4.000 millones
de personas, la mitad de la población
mundial, no tendrá acceso al agua
potable.
–¿Alguna idea?
–Según la Unesco, con una inversión
anual de 11.000 millones de dólares
durante diez años (110.000 millones en
total), todos tendríamos acceso al agua.
–Entonces, ¿cuál es el problema?
–Falta la voluntad política para
cambiar las cosas. Los países
desarrollados tenemos como subsidio a la
agricultura 347.000 millones de dólares
cada año, tres veces más de lo que sería
necesario para que todos los habitantes
del planeta tuvieran agua.
–Pero invertimos para comer, ¿no?
–Invertimos en una agricultura intensiva
que destruye los recursos hídricos con
sus fertilizantes, pesticidas y nitratos
y, de paso, elimina al pequeño campesino.
Sus leyes de mercado impiden a los países
del Tercer Mundo sembrar producto agrícola
para su alimentación básica y les obliga
a producir productos para exportar, como
el cacao.
–Pues Europa ha decidido no disminuir
los subsidios a la agricultura.
–Sí, y Bush los ha aumentado un 10 por
ciento, ¿no le parece escandaloso?
–Depende de los motivos, si es para
comer...
–No, no es para comer, porque la
agricultura intensiva actual produce seis
veces más de lo que necesita la población
mundial en términos de proteínas y de
vitaminas. Si la función de la
agricultura y de los macrosupermercados
fuera la distribución de los productos
para la vida, no habría malnutrición.
–Pero, pero, pero...
–No se ponga nerviosa, que hay más:
estamos destruyendo los recursos hídricos
del planeta. Prácticamente todos los ríos
del mundo están contaminados; al igual
que todos los lagos y lagunas de los países
desarrollados, así que se extrae el agua
profunda mediante bombas a un ritmo más
elevado que el de su capacidad de
recuperación y vamos secando las capas
freáticas.
–¿Para qué utilizamos el agua?
–La agricultura consume, sobre todo la
irrigación, el 70% del agua mundial; el
20% la industria y el 10% es para uso doméstico.
–¿Cuánta despilfarramos?
–Los sistemas de riego pierden una media
del 40% del agua que consumen, y el 50%
del agua potable tratada se pierde por
fugas de los sistemas de distribución. ¿Pero
sabe cuál es el gran problema?
–¿Hay más?
–La privatización, la mercantilización
del agua, que es el último bien público.
–Es decir, que el agua tiene dueños.
–Sí, son las grandes compañías
privadas multinacionales de distribución
y tratamiento del agua residual, un
negocio cada vez más importante. El
abastecimiento de agua de las principales
ciudades de los países subdesarrollados
está hoy bajo control de empresas
privadas, la mayoría extranjeras.
–¿Las grandes multinacionales son los
señores del agua?
–Sí, el acceso al agua se ha convertido
en un problema estratégico de alto nivel
y de seguridad nacional. Hay 240 de las
principales cuencas del mundo divididas
entre dos o más países y los conflictos
y las guerras por el agua se multiplican.
La guerra del agua será la más
importante del siglo XXI.
–¿El agua sigue el camino del petróleo?
–Sí, pero el agua no es petróleo.
Podemos vivir sin petróleo y sin
Internet, pero no podemos vivir sin agua;
por eso la revolución del agua es
sumamente importante.
–¿Qué debemos hacer?
–Lo primero es reconocer el agua como
derecho, porque algo tan elemental no lo
recoge ninguna convención internacional
ni ninguna declaración de derechos
humanos. Segundo: necesitamos un servicio
público mundial del agua, una autoridad
política internacional de resolución de
conflictos del agua. Hay que crear un
tribunal mundial del agua.
–¿Tercero?
–Hay que establecer un sistema de
financiación de inversiones mundiales
para que todo el mundo tenga acceso a
ella. |
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