Hemos
recibido en nuestros buzones la carta firmada por
el Presidente y por el Vicepresidente del Gobierno
de Aragón en la que nos invitan a participar
“todos unidos” en los actos programados para
el día 23 de Abril en la Plaza del Pilar de
Zaragoza. Tras la jornada de bolsillo vivida el
pasado día 7 en Ejea de los Caballeros, está
claro que el Ejecutivo Autónomo pretende
organizar una concentración similar pero a gran
escala, en la que condenar el trasvase y, por
encima de todo, reclamar agua y más agua, todo
ello respaldado por la pancarta Aragón
Agua y Futuro de la que ya va siendo hora de
que se descuelguen quienes verdaderamente están
en contra del Pacto del Agua. Ojo: he dicho
verdaderamente.
Algo habrá por tierras pirenaicas que mueva a
Jaume Matas a firmar una negociación con
veinticuatro alcaldes. Alguna pieza vital del Plan
Hidrológico Nacional radicará en estos lares
cuando el señor Ministro con tanto empeño quiere
apuntalar el entramado hidráulico del Pacto del
Agua, especialmente vapuleado a raíz del caso
Santaliestra. Y es que, aprovechando la
circunstancia de que el uso sostenible del agua
equivale para muchos de nuestros políticos a la
cantidad de río que puede sustentarse detrás una
presa sin que ésta reviente, no quiere Jaume
Matas que una banda de resentidos pueblerinos
bufagateras del alto Aragón abran los ojos a los
mayores valedores del Pacto del Agua y se fastidie
el tinglado del Plan Hidrológico Nacional. Por
eso ha sembrado de minas el Pirineo.
Defender el agua es conquistar el futuro, dicen
nuestros jefes locales, los que traducen las dos
Españas que propiciaría el trasvase del Ebro
“una rica y bien poblada, otra carente de
infraestructuras, empobrecida y sin población”
en las dos caras irreconciliables de un Aragón
dividido entre quienes ostentan el perpetuo
derecho de pedir y exigir, y quienes tienen el
histórico deber de renunciar a lo propio para
aumentar el bienestar de los vecinos. Y, como
siempre, en el Pignatelli anteponen la unidad
–en otras palabras, la adhesión incondicional a
sus postulados- como factor clave para frenar el
temido trasvase. Pero si no nos admiten como
interlocutores, si tanto les desagrada que nos
manifestemos con nuestras consignas... ¿cómo se
atreven a proponernos unidad?
Esa
pieza que rompe el azul de puzzle acuático del
cartel del Día de Aragón de este año 2002, ese
pedazo de nuestra tierra que se asoma
reivindicando su existencia dentro del mapa, es el
Aragón de la montaña, el Aragón que hoy, después
de transcurridos tantos meses de argumentar y
reclamar diálogo, tiene que seguir defendiéndose
del agua. Y sin embargo, paradojas de la vida, en
ese Aragón menospreciado está el gran obstáculo
para imperio trasvasístico de Jaume Matas. El
otro Aragón, el de la sed, le va bien para
descargar calificativos de insolidaridad y otros
epítetos negativos hacia nuestra comunidad; pero
en el fondo le preocupa muy poco porque ese Aragón
del panderetazo es el que se encarga del trabajo
sucio de anular a los montañeses –los exiliados
dentro de Aragón- y cada vez que se lanza a la
calle, en manifestaciones acaudilladas por el lema
Aragón agua
y futuro -que aunque repetidas y con cierto
desgaste, siguen siendo vistosas-, lo hace
prisionero de sus propias contradicciones y, en
definitiva, sale a pedir agua para Levante y para
Murcia.
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