El artículo del día ÁNGEL Garcés EL
SANTO Y LOS TORTAZOS
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A
fecha de hoy, las cuatro obras emblemáticas del Pacto
del Agua son prácticamente inviables: el proyecto que se
pretende ejecutar en Yesa es totalmente distinto al que
se sometió a información pública
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El agua ha dejado de ser, en
Aragón, el elemento histórico que nos cohesionaba social y
territorialmente y es ya una cuestión que genera división en
la sociedad y que enfrenta a pueblos y comarcas. Y ello nos
debería hacer recapacitar sobre nuestra realidad actual. Un
siglo después de que apareciera la obra de Costa, la
sociedad ya no depende del sector primario, la sequía no trae
la hambruna y los problemas del campo aragonés no son ya de
producción sino de rentas. Es decir, hemos pasado del arado
romano a la PAC.
El sacralizado Pacto del Agua
fue un invento de Antonio Aragón, por aquel entonces
presidente de la CHE, astutamente vendido a las Cortes
aragonesas como compensación a las servidumbres que generaba
el primer gran proyecto de trasvase del Ebro del período
democrático, el impulsado por Borrell, que contemplaba
la nada despreciable cifra de 1.850 hectómetros cúbicos de
cesión de caudales al arco mediterráneo. La pérdida de la
mayoría absoluta socialista propició la retirada de aquel
borrador de Plan Hidrológico Nacional y, en consecuencia, la
inejecución de los proyectos contemplados en el Pacto del
Agua.
El PP vuelve a impulsar las
obras del Pacto del Agua al hilo de un nuevo proyecto de PHN y
de una nueva mayoría absoluta. Otra vez, las obras de Pacto
del Agua intentan frenar el atávico sentimiento de agravio que
rebrota ante cualquier intento de ejecución del trasvase del
Ebro. El agua en Aragón es un patrimonio sentimental de muchos
pero es, a su vez, un patrimonio común gestionado por y para
unos pocos.
Sin embargo, a fecha de hoy, se
puede afirmar que las cuatro obras emblemáticas del Pacto del
Agua son prácticamente inviables. Lo son ya, de manera
irrefutable, Jánovas y Santaliestra y lo serán en el futuro
Yesa y Biscarrués. Tomemos como ejemplo el recrecimiento de
Yesa. El proyecto que se pretende ejecutar es totalmente
distinto al que se sometió a información pública. Es además,
hoy, un proyecto sin objetivos. Han desaparecido del proyecto
las dos centrales hidroeléctricas inicialmente previstas. Las
autoridades españolas han desvinculado, en informes existentes
en sede judicial, el recrecimiento de Yesa del abastecimiento
de agua de calidad a Zaragoza.
De las más de 48.000 hectáreas
que se iban a transformar en regadío hemos pasado a apenas
6.000. El famoso plan de restitución territorial se ha quedado
reducido al tradicional proyecto de variante de la carretera
nacional. La declaración de impacto ambiental se formula sin
el estudio previo, que estaba sometido a contratación en el
momento que se produjo dicha declaración. La afección sobre el
patrimonio cultural (por ejemplo, sobre el camino de Santiago)
carece de los informes o estudios que la avalen. El expediente
carece de informes claves exigidos por la legislación y
necesarios según la propia Administración. La misma causa de
nulidad de Santaliestra se da en Yesa, pero multiplicada por
dos, dado que, a la ausencia o insuficiencia de los informes
geológicos, hay que unir la de los sísmicos.
Yesa es hoy inviable
jurídicamente. Las obras hidráulicas han dejado de ser simples
obras de ingeniería para convertirse en proyectos que hay que
motivar y justificar desde diferentes perspectivas, y
necesariamente desde la social, la económica y la ambiental.
Una obra hidráulica sin objetivos, sin determinación de los
beneficiarios, sin fijación de los costes que asumen los
mismos, es hoy un absurdo jurídico. Lo sabe la Administración
y lo saben los adjudicatarios de las obras.
Hay dos conceptos
indisociablemente unidos en la mentalidad de la gente como
consecuencia de nuestra tradicional política hidráulica: agua
y obras. A veces, han prevalecido los intereses vinculados a
la obra sobre los inherentes a la finalidad
hidráulica de la misma. Pero, en la actualidad, hasta
las constructoras han asumido ya que su futuro está en las
tuberías, en el saneamiento y en las depuradoras.
Resulta curioso comprobar,
aunque son personajes muy distintos, cómo convergen las
trayectorias profesionales y vitales del muñidor del Pacto del
Agua, Antonio Aragón, y de quien ha pretendido su
ejecución, Benigno Blanco. Y el actual secretario de
Estado de Infraestructuras debería preguntarse por qué la
Fiscalía General del Estado lo ha abandonado a su propia
suerte.
Los tribunales han anulado
Santaliestra y anularán, más pronto que tarde, el proyecto y
la adjudicación de Yesa. Y ese día no sólo respirarán
tranquilos los afectados o los ecologistas, también lo harán
altos cargos de la Administración y, aunque parezca
paradójico, de ciertas constructoras.
Se ha dicho que el problema del
agua en España sólo tiene tres soluciones posibles: la
religiosa, mediante las rogativas, la racial, mediante los
tortazos, y la racional, mediante los precios. Aquí algunos se
han acostumbrado a sacar al santo en procesión, mientras
reparten tortazos con la peana. El próximo día, el 23 de
abril.
*Profesor de
Universidad
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